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(76-77) Llull tiñe de blanco el Carpena con un tiro mágico
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(76-77) Llull tiñe de blanco el Carpena con un tiro mágico

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Un tiro de Sergio Llull a falta de una décima permitió al Real Madrid conquistar su 24ª Copa del Rey, la primera en Málaga, cortando la serie barcelonista de dominio en la Costa del Sol.
76-77 ganó el Madrid tras un partido enorme, de intensidad insuperable y en el que Mirotic, con 17 puntos y 11 rebotes fue elegido MVP.
Los protagonistas tenían bien aprendida la lección. Tanto repetirse el uno al otro que iba a ser un partido igualado, que las diferencias serían cortas y que no había favorito, que ambos firmaron una especie de no agresión durante toda la primera mitad. Fue una paz relativa y ambigua, con más de guerra fría que de cese de armas. Respeto, ninguno. Intensidad, toda. Muchos golpes en ambas zonas, tensión y dureza, pero poca lucidez por parte de ambos para coger el partido en sus manos y terminar de hacerlo suyos.
El 4-8 favorable al Real Madrid, tras el triple de Mirotic, fue la máxima renta de cualquiera de los 2 equipos en 20 minutos. ¡4 puntos! En márgenes tan cortos, el marcador se mareaba entre cambios de alternativa o empates, muy constantes. El Barça miraba a los ojos de su juego interior desde el salto inicial. Tomic rompía la zona rival sin esfuerzo y Lorbek ejercía de escudero perfecto. Con 6 puntos de cada uno, el cuadro blaugrana empataba a 12 en el minuto 6. Primer reset del partido.
El choque, todo lo que tenía de disputado y agresivo lo tenía también de espeso. La ausencia de dueño claro daba emoción, sí, pero la sensación común era de que ambos equipos estaban lejos de su techo y que el choque se podía romper a poco que cualquier de sus protagonistas encadenase varios instantes de lucidez. La de Oleson, con canasta sobre la bocina, le servía al menos a su equipo para acabar el primer cuarto mandando: 17-16.
El Chacho entraba en pista y amenazaba con volver a formar un polvorín en cuanto el balón llegase a sus manos. No obstante, el del alley-oop a Slaughter en la primera jugada no salió de las suyas sino de Reyes. La jugada anunciaba cambios pero el partido, lejos de hacerlo, se volvió aún más trabado y lento. Ni una concesión, ni un regalo, ni una canasta fácil. Más bien, ni una canasta. Así, en general. Contacto a contacto, falta a falta, tiro libre a tiro libre. Un bucle que alcanzó los 20 tiros libres en este cuarto para los dos equipos, que seguían con su particular carrera de relevos. Las dos canastas de Tomic (25-22, m.13) más bien parecieron oasis en un desierto en el que solo había lanzamientos desde el 4,60. Los madridistas, con Reyes bregando en la zona, le dieron la vuelta a la tortilla (28-31, m.16) antes de que, por fin, un par de destellos le dieran vida al partido.
Una vez, Abrines dijo que no, que él no quería ser Rudy, balear como él, con el que siempre habían comparado. Que él prefería ser Navarro. Quizá por ello eligió cambiar la elástica del anfitrión de la Copa por la blaugrana, lo que le costó el carrusel de silbidos del Martín Carpena. Alumno de un ídolo. Y rival de su némesis. Como en semifinales, el ruido le hizo meterse más en el partido, con 2 triples prácticamente seguidos, el último más propio de su referente Navarro, que se encargó de cerrar el cuarto con la máxima para su equipo en todo el partido: 42-38.
Sin saberlo, Abrines, le había quitado el arnés al partido. De ahí, el choque se convirtió en un cuerpo a cuerpo igual de duro que cuando las faltas reinaban. Ya no había márgenes de seguridad, ni redes ni colchonetas. Y en lugar de pensar en no caer, cada conjunto pensó más en bien en arrojar al vacío a su rival.
Y el frenesí se apoderó de todo. 2+1 de Llull, respuesta de Tomic. Triple de Rudy y enceste de Borousis respondidos con otro triple de Huertas. Y, tras él, otro de Rudy. 47-49 (m.23). La locura. En ese momento, acababa de empezar el partido. Las canastas sucedían a los tiros libres y los gestos, a las faltas.
El de Rudy Fernández, en su momento más salvaje del partido, con grito en la mismísima cara de Papanikolaou tras su contraataque. Simbólico, duro, ganador. El de Huertas, tras echarse en la espalda a todo su equipo cuando el Barça amenazaba con navegar a la deriva. El brasileño también gritaba, pero él a sus compañeros, después de cada acierto -6 puntos seguidos-, después de cada emergencia salvada (53-53, m.27). Draper dio la réplica con otros 5 y entre Lorbek y Dorsey, antes y después de tangana, dejaron el escenario perfecto (59-60) para el cuarto final. ¿Nadie sabía aún que sería histórico?
Dorsey había frenado el primer intento serio de escapada madridista (62-60, m.31) , aunque en la pista estaba un tal Nikola Mirotic, que, en plena carrera con Rudy Fernández –o Huertas, si ganaba el Barça- por el MVP Orange, decidió dar un zarpazo al premio, dar un zarpazo a la final, con unos minutos de locura que equivalieron a medio título.
Cuando el tiempo agonizaba y el grito del Martín Carpena le hizo mirar el reloj, el hijo del Monte Gorica anotó una canasta sobre la bocina. Ahí comenzó todo. Sergio Rodríguez le siguió con otros dos aciertos (64-68) y el propio Mirotic, tras un enorme tapón a Tomic, ponía la máxima a falta de dos minutos y medio (64-71) para acariciar la Copa del Rey.
Pero enfrente estaba el Barça. “Tengo por principio no aceptar nunca una derrota, de cualquier clase y sea quien sea quien me la inflige”, dijo una vez la exploradora Alexandra David-Néel. Ni para Navarro, ni para Nachbar la desventaja de 7 era insalvable. Un triple de Oleson y una canasta de Huertas obraban la heroica. El Barça se quedaba a solo 2 de su rival cuando el balón más quemaba (73-75). Tanto ardía que el Real Madrid perdió la bola y Oleson, cual Gomis en la final de 2009, se metió en la zona rival para anotar canasta y forzar el adicional. ¡Dentro! En un minuto y medio, el Barça había logrado lo más difícil.
Ni siquiera hubo tiempo para pensar. Sergio Rodríguez botó una y mil veces, qué más daba, buscando el error, el hueco, el pase, el tiro o lo que diablos fuera para llevarse una Copa. Sin más opciones, cuando la bocina final parecía teñir la Copa de blaugrana, Llull soltó un grito. El balón, cuál imán, voló de las manos desde Rodríguez. De Sergio a Sergio para ganar un título. Su tiro, escorado, a 6 metros y sin margen de error, hoy ya es historia. El de Herreros en Vitoria. El de Solozábal, el de Creus, el de Llull. El balón entró (76-77) y el Real Madrid enloqueció. Aún le quedó una décima al Barça para intentar cambiar aún más la historia con un alley –oop pero el toque leve de balón de Tomic se estrelló en el aro. El Real Madrid acababa de ganar la Copa.

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