Un volcán llamado Antoñín: de Tercera a Primera en 156 días
Tiene el deporte, por supuesto el fútbol, ese carácter de imprevisibilidad que le hace único. Una de las señas de identidad para atraer a millones de personas. Sólo así se entiende la aparición de Antoñín, que pasó de ser un futbolistas del filial a uno de los iconos del Málaga CF. En cuestión de semanas el palmillero se hizo imprescindible en el primer equipo, por fútbol y carisma. Meses atrás hubo dudas de su continuidad en el Atlético Malagueño, con el que esta temporada jugó en Tercera División. Albacete le abrió la puerta de la élite y hoy se marcha al Granada para bautizarse en LaLiga Santander.
La Academia sigue llenando las arcas de Martiricos, en una operación con una coyuntura especial. El perjuicio deportivo, con el agravante de su reciente ficha profesional, se compensa con el paso adelante en lo institucional. El balance de su salida puede situarse en una escala de grises, todos los argumentos pueden tener respaldo. El canterano aprovechó una situación deportiva crítica para abrirse paso y aportar aire fresco. Aportó goles, desborde, rapidez y competitividad. Un jugador que va a la verdad, que en un escenario así vale el doble. Y es malagueño, condición no baladí.
1559 minutos en 22 partidos en sus piernas con la camiseta blanquiazul, en los que metió cuatro goles. La sensación es que su impacto es mucho mayor a las cifras. Su polivalencia, rindió en ambas bandas o en una doble punta, le dio mayor valía. Su asentamiento es un buen ejemplo de cómo entrar por una rendija que se abre. Hubo amplios rumores sobre su figura en el mercado de invierno, pero terminó en ficha profesional con el Málaga. Ahora un imprevisto del Granada CF le hace pescar en La Rosaleda. Antoñín sigue su cuesta arriba y Los Cármenes es su siguiente puerto de montaña.
