Un espejo en el que mirarse
{mosimage}Cuando uno pierde más que gana repetida e independientemente de la manera en que lo haga, corre el riesgo de que acaben llamándole perdedor. Una vez que se convierte en un perdedor, puede empeñarse obstanidamente en que los demás dejen de considerarle como tal, pero no le resultará fácil revertir la situación. Algo así le pasa al Caja. Una vez fue un ganador. Su baloncesto brillaba con luz propia. Los todopoderosos Rel Madrid, Barcelona, Tau o Manresa de la época le consideraban un igual y le temían y respetaban. San Pablo se llenaba a revienta calderas y no era nada agradable visitar a un equipo que pasaba por encima de los rivales cómo un rodillo. El problema es que todo eso ha cambiado. Más de un lustro de decisiones equiovocadas sin ningún acierto reseñable tienen la culpa de ello.
Inocentes de nosotros, año tras año creemos y confiamos en el nuevo proyecto. Kakiouzis, Milles, Ellis, Betts, Magnano... otra ilusión que en sólo tres jornadas parece evaporarse. Ni siquiera han tenido arrestos de competir hasta la fecha, y encima llega Akasvayu. Llega el equipo de Marc Gasol. Una máquina perfectamente engrasada que representa lo que fue el baloncesto en Sevilla hace unos años. Espectáculo y una alternativa más a los que mandan sempiternamente. Lo que debería volver a ser el baloncesto en Sevilla. Y lo peor es que ya existe la obligación de imponerse a ellos.