Estatus Champions

Se ha instalado el Sevilla en un lugar en Europa, en una posición, en un estatus del que será difícil bajarlo. Un estatus competitivo que te permite hasta pasear por la Liga de Campeones. Porque sí, este Sevilla, en versión mejorada, jugó un buen partido y pasó por encima del Maribor. No con un partido esplendoroso, no con un partido espectacular, que quizás para eso quede aún, pero sí con un buen partido, colectivo e individual, para caminar por ahora con calma por la mayor competición mundial de clubes. El resultado fue de 3-0, y pudo llegar algún gol más. Pero en todo momento controló el partido, encontró a su rematador de Champions, porque los goles y los números volvieron a dar la razón a Ben Yedder con su hat trcik, y casi nunca sufrió. Y además, dio un paso adelante en su evolución.

Porque al margen del resultado y del cómodo marcador, al margen de la victoria solvente, durante la segunda parte el Sevilla encontró además continuidad en su juego. Aguantó el encuentro y la ventaja y luego la amplió desde la seguridad con la pelota, desde el protagonismo en el partido y desde la insistencia. En definitiva, valores que quiere ver más a menudo Berizzo en su equipo y que realmente florecieron de forma bastante correcta en la segunda mitad, mejor que la primera a pesar de los goles.
No es este Sevilla, el de Berizzo, a finales de septiembre, de principios de otoño, un Sevilla arrasador. No esperen por ahora un inicio demoledor, un arranque de esos que durante muchos años ha tenido el Sevilla en buenas épocas, y en malas. Este equipo por ahora no ofrece eso. Lo ha demostrado en lo que lleva de temporada, sobre todo en la Liga, y también repitió modus operandi ante el Maribor. Quizás para una grada como la de Nervión esos comienzos provocaban más conexión, más cercanía, pero igualmente son o no son válidos dependiendo del resultado. El caso es que esta cuadrilla de Berizzo salta al campo con deseo de balón antes que con deseo de gol. Y se nota. Son arranques pausados, contemplativos, contemporizadores. Necesita el equipo arrancar, rodar y engrasar la máquina, que sus jugadores tomen contacto con la pelota y moldeen el partido. Siempre que en este proceso el Sevilla lleve la iniciativa, no hay problema. Pero debe andarse con ojo con esas laxitudes. 
Al Sevilla le costó arrancar, y lo poco que sufrió en el partido lo sufrió en esos primeros minutos. Hasta que se engrasa la máquina, entonces, cuando es superior al rival, lo plasma
Casi le da un susto el Maribor, en los primeros 15 de minutos. Un par de llegadas a la contra en pérdidas en el centro del campo y una clara oportunidad que Ahmedi estrelló con el lateral de la red. Pero por suerte el Sevilla cuando engrasa, conecta y se pone en marcha, suele ofrecer muchos argumentos, aunque a veces sea por inercia. El Sevilla es, ha sido y será mejor que el Maribor, por la calidad y precisión de sus jugadores, también por su disposición, y eso acaba imponiéndose con los minutos, aunque sea desde el 20 y no en el 1.
El Sevilla, en el que Banega quería protagonismo pero también repartía errores, fue creciendo en su juego a través de la banda derecha. Quería Berizzo profundidad y Corchia se la dio. Con más o menos acierto, pero con insistencia y criterio a la hora de subir. Por ahí llegaron las penetraciones más importantes, aunque Escudero y Nolito se repartieran alguna en la izquierda, y por ahí llegó el golazo del partido, aunque el que lo protagonizara fuera Correa y no el lateral. El argentino, difuso en los últimos partidos, es un futbolista irregular. Capaz de mostrarse frío, incompresiblemente errático o marcarse una galopada espectacular como la del 1-0. Por el carril del 8 empezó a sortear a rivales en carrera hasta quedarse solo ante Handanovic y acompañado por Ben Yedder. Se la regaló al francés, que calmó los ánimos y mostraba la superioridad del Sevilla.
Las cosas, con ese gol, parecían ponerse en orden. Y el Sevilla las ordenó. Mandó, presionó con más acierto, se posó en la gran labor de N'Zonzi tapando las subidas de Corchia y esperó su oportunidad combinando. Y ahí apareció el Mudo. Si bueno fue el pase, mejor fue el control, que le habilitó a él y de nuevo a Ben Yedder, que cruzó como debe hacer un '9'. Su crédito son goles, y los del Sevilla en la Liga de Campeones llevan su firma.
No tuvo ningún problema el Sevilla para controlar el partido durante la segunda mitad, además, aunque es cierto que el Maribor era muy inferior, mostró personalidad y asumió todo el protagonismo
El conjunto de Berizzo, y también de Martucci, que fue el que dirigió al equipo desde la banda por la sanción del primer técnico, realizó una segunda parte de mérito, y que quizás tenga más valor del que parece, más allá de la brillantez, el acierto el marcador. Porque con el 2-0, el Sevilla quiso y supo sujetar el partido. Tuvo alguna llegada el Maribor, claro está, es Liga de Campeones, pero la realidad es que el partido estuvo controlado en todo momento por los locales. Y estuvo controlado en campo contrario y desde la posesión, la pelota. Lejos de permitir crecer a su rival, limitado, creció el mismo Sevilla. Porque prolongó momentos de posesión combinando ataques. Tuvo algo que le ha faltado y que le sigue faltando, pero lo mostró a ratos, el ritmo, la continuidad. Uno propio, no a mil por hora, quizás ni a cien, pero un propio. Y en líneas generales fue así la segunda mitad. Con N'Zonzi, Banega y Vázquez manejando los tiempos del partido, con la defensa muy acertada en las acciones individuales (espectacular Lenglet) y con los costados profundos, sobre Corchia.
En una de sus innumerables subidas, de hecho, llegó el tercer tanto que cerraba el partido. Ya estaban en el campo Navas y Sarabia, que empezaron a hacer diabluras y a revitalizar de nuevo el ataque sevillista. Y en un balón suelto tras combinación que buscó con fe el francés llegó el penalti que transformó con parsimonia el Ben Yedder para su triplete.
La victoria le vale al Sevilla para ser líder y para seguir cogiendo confianza tras la derrota en el Wanda. No es malo hacerlo además en la Liga de Campeones, liderando el grupo y embolsándose 1,5 millón de euros de paso en las arcas.
 
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