El síndrome 'wandamés'

El Sevilla tiene por delante un calendario complicado en este mes de octubre. Complicado porque además es lejos del Sánchez Pizjuán, donde el Sevilla se siente arropado, seguro, ganador. Además del partido de este sábado en San Mamés, tiene por delante la visita al Spartak de Moscú, a Mestalla el sábado, a Cartagena la semana siguiente... Cuatro partidos a domicilio consecutivos antes de volver a casa.

Y esta peregrinación no ha arracando bien, ni mucho menos. Porque el Sevilla ha caído en San Mamés, la primera parada. Ofreciendo síntomas muy similares a los que ofreció en el Wanda Metropolitano ante el Atlético de Madrid. Coincidiendo además con dos segundas partes horribles. Resulta que este Sevilla, de números casi impecables en este inicio de temporada, desprende unas sensaciones, las tan manidas sensaciones, algo preocupantes en escenarios de renombre. Sí, logró un valioso empate en Liverpool, de gran mérito, pero siendo superado. Como fue superado por el Atlético y como ha sido superado por uno de los Athletic más mediocres a los que el Sevilla se ha enfrentado en los últimos años.
Le hace falta cierta personalidad a este Sevilla, sobre todo cuando las rotaciones dejan huérfano al equipo de sus grandes referencias, le hace falta maldad y malicia, le hace falta 'mala leche' y le hace falta un mayor instinto asesino. Y le hace falta más que nunca en estos escenarios, donde el rival, mejor o peor, pone esas cosas en liza en el terreno de juego.
Ese es el gran debe de este Sevilla de Berizzo, que es temible aunque cada vez menos temido, sobre todo fuera de casa, porque no transmite señales para serlo.
A este Sevilla le ha salido un síndrome, un síndrome en escenarios relevantes ante rivales relevantes, le apareció en el Wanda y se ha reproducido en San Mamés, le ha aparecido el síndrome 'wandamés'.