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Madera de líder
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Madera de líder

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André Silva celebra su gol con sus compañeros.
André Silva celebra su gol con sus compañeros.

El Sevilla vuelve a ser líder. Líder de la todopoderosa Primera división, LaLiga Santander de las Estrellas. Y lo es tras 13 partidos, lo que significa que ya nada es fortuito, que ya nada es casual. Porque además el Sevilla se ha convertido en una máquina de ganar. Ocho victorias acumula en 13 partidos, y la de este domingo supone la quinta consecutiva en casa, donde de nuevo se ha hecho fuerte el líder de Primera. Y gana casi por sistema, con diferentes variantes. A veces con brillantez, a veces con solidez, a veces con efectividad, a veces con seguridad, a veces con Ben Yedder, con Sarabia, a veces con André Silva, a veces con Vaclik... Tiene recursos, tiene buenos delanteros, un portero que salva puntos, y por tener tiene hasta fortaleza en el conjunto, porque a través de ella también gana partidos cuando no hay grandes dosis de brillantez individual.

El choque ante el Valladolid fue un poco así. Ganó el Sevilla merecidamente con sobriedad, pudo hacerlo con más goles de diferencia, aunque también pudo incluso haber empatado. Fue mejor y atrevido en la primera mitad y sufrió perdonó en la segunda. Pero el caso es que ganó, porque es lo que mejor sabe hacer, ganar. Y por eso es líder.

El partido ante el Valladolid se prevía duro, futbolísticamente, y realmente lo fue. Si no duro, sí trabajado, porque el conjunto pucelano es un equipo competitivo, con las ideas claras y llevadas bien a cabo. Y además con algunos jugadores interesantes que lo dotan de esas hechuras de equipo hecho, difícil. Pero este Sevilla, el de Machín, no se suele confiar, y planteó un encuentro muy a sabiendas de las complicaciones que plantearía el rival. Si el Valladolid es un equipo trabajado, el Sevilla se ha convertido en un equipo diseñado, cincelado y esculpido con firmeza y esmero. Saltó al rápido y húmedo césped del Sánchez Pizjuán con un semblante sobrio y con una idea ambiciosa de arrebatarle el partido al equipo castellano. Para ello, el conjunto nervionense fue a buscar muy arriba a su rival. Si el Valladolid es un equipo de alto nivel defensivo, el Sevilla quiso cogerle por sorpresa en la salida de la pelota, cuando más desordenado puede llegar a estar. Por eso, el poco peligro y las pocas claras ocasiones de la primera parte llegaron en robos a través de una alta presión o en fallos de la zaga violeta. Así, de hecho, llegó el gol, aunque luego sobre todo Sarabia con una maravillosa asistencia y André Silva pusieron de su parte, claro.

El caso es que el Sevilla jugó e hizo jugar como mejor le convenía, y eso lo logró gracias a una admirable seriedad y concentración en todas sus líneas, desde la defensa hasta el centro del campo, que contó con Roque por Mudo. Esa disciplina en el robo, en la recuperación, y hasta en la pérdida, permitió al Sevilla jugar casi siempre en campo contrario, conceder pocas contras, porque además el Valladolid contaba con pocos efectivos cerca de la portería de Vaclik para ejecutarlas, y gozar de alguna que otra ocasión. No fue el Sevilla un martillo pilón, más bien era la gota de agua que horada sin descanso la piedra, poco a poco, constante, insistente...

El gol del Sevilla y el marcador obligaban al Valladolid a arriesgar algo más, a cambiar un poco el plan si quería variar el plan del encuentro. Y el conjunto pucelano lo hizo, poniendo el partido en otra versión diferente, pero también conveniente para los de Machín. Porque si bien el equipo blanquivioleta tenía más presencia ofensiva, también se deshilachó algo más, se hizo más largo y propició la aparición de espacios. Era un escenario propicio para el conjunto andaluz, porque al cambio seguía llegando con más peligro en sus contras que el Valladolid en ataques estáticos. El plan era bueno, pero la ejecución no tanto, porque tuvo el Sevilla varias y variadas ocasiones para marcar un segundo gol que matara el choque. Pero no anduvo tan fino en el último pase, seguramente porque Banega se fue desgastando, porque Mudo no salió hasta el último tramo del partido y porque arriba no todos estaban lúcidos, salvo Ben Yedder, que fuera del campo ayudó y mucho a descansar con la pelota al equipo.

No encontró más las redes el Sevilla, porque además surgió en la portería rival Masip, que salvó varias ocasiones (brutal su parada a Sarabia), y en la propia Vaclik, que tras ver dos goles anulados por fuera de juego del rival se empleó para salvar los tres puntos casi en los minutos finales en un remate de Unal.

Fue el último susto, porque el Sevilla se llevó el partido y el liderato de Primera división. Tiene madera de líder, es líder.

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