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No corré, que Sevilla no entiende de prisas
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No corré, que Sevilla no entiende de prisas

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Daniel Herrera
Una señora contempla al Cristo del Cerro desde el balcón. (Foto: Kiko Hurtado).
Una señora contempla al Cristo del Cerro desde el balcón. (Foto: Kiko Hurtado).

Sevillano, hoy no te has levantado malo de los nervios. No tienes esa sensación de que algo grande se está cociendo. No estarás pendiente del pronóstico del tiempo para asegurarte de que todo está bien. Saldrás a la calle y seguirá oliendo a azahar. Claro, como cada primavera en esta bendita ciudad. Pero te falta algo, ese aroma a incienso en cada rincón de Sevilla, mientras te preguntas a ti mismo: “¿Cómo un simple olor puede significar tanto?”

El sentimiento nunca va a marcharse, pero hoy nada es igual. Has abierto los ojos esta mañana y te has dado cuenta al instante que la semana que llevas esperando todo un año ha llegado para irse sin ningún tipo de alarde. Tu sueño vuelve a estar roto.

Un nazareno de la Cena camina por la calle Santa Ángela de la Cruz.(Foto: Kiko Hurtado).
Un nazareno de la Cena camina por la calle Santa Ángela de la Cruz.(Foto: Kiko Hurtado).

Amanece y no está la túnica por la que sientes devoción colgada en tu habitación, preparada para ser lucida un año más. No hay ni rastro de esa faja y ese costal encima de tu cama, listos para ser sufridos, pero qué manera más bonita de sufrir. Tu traje no habrá pasado por la tintorería para estar impoluto, ni tendrás 'El Llamador' en el bolsillo de tu pantalón esperando a que sus hojas sean consumidas por el paso de la semana.

Ese mensaje de tu amigo exigiéndote puntualidad para coger un buen sitio, que ya sabemos como se pone El Porvenir en su día grande, no llega. Las torrijas de tu madre saben insípidas. Esa abuela no levantará el antifaz de su nieto para darle el último beso antes de salir de casa. ¿Cómo le explicas a ella que la herencia que dejó su marido y que sigue impregnada en su familia se resquebraja de nuevo?

No irás en busca, como cada Domingo de Ramos, de una señora blanca inmaculada que avanza siempre de frente por las entrañas de su barrio, en ese preciso momento en el que te das cuenta que “ya está esto aquí, y ya se va a ir”. Hoy, la plaza del Salvador no estará repleta de pequeños capirotes regalando caramelos. Ni de niños esperando para ver a Dios hecho un chiquillo, a lomos de una borriquita, perderse por la Calle Cuna.

En el Molviedro no sonará Virgen de Los Reyes, allí, donde lo ridiculizaron y lo despojaron de sus vestiduras. Tampoco brillará esa Estrella en el cielo que siempre luce valiente por San Jacinto. No escucharás los llantos de la madre de Dios clamando por su hijo, porque lo han crucificado en San Julián.

Hoy, no vivirás esa tensa espera en completo silencio blanco en San Juan de La Palma, porque nunca llegará el hijo de Dios tras ser despreciado por Herodes. Siempre nos quedará imaginarnos el Amor que desprende nuestro Padre por los suyos en su vuelta al Salvador.

La Macarena en su camarín.
La Macarena en su camarín.

Pero no te preocupes, porque Sevilla no entiende de prisas. Lo volverán a abandonar sus discípulos, pero el Tiro de Línea lo acompañará hasta el final de sus días. Caifás lo condenará a muerte, pero Jesús se hará Soberano para llevar Salud a su pueblo. Sevilla no entiende de prisas, porque Judás lo traicionará y él lo perdonará en la Calle Santiago, aunque ya llegará muerto a Santa Marta, tras dar su última Expiración en el Museo.

Sevilla no entiende de prisas, porque te quedarás boquiabierto viendo pasar a Dios con una clámide púrpura humillado, avergonzado y burlado. Pilatos lo presentará al pueblo de nuevo en la Calzá mientras los Jardines de Murillo no dejarán de relucir al paso de la Candelaría. Habrá Misericordia en Santa Cruz, un Abandono en el Cerro, tendrá una Buena Muerte en el Rectorado y en San Lorenzo, se las verá con Anás.

Sevilla no entiende de prisas, porque tendrá Sed en la Gran Plaza, lo harán preso en la Calle Orfila y esperará una Lanzada en San Martín, mientras pide Caridad en Adriano y un Refugio en San Bernardo. Sevilla rezará junto a él bajo las ramas de un olivo en la Plaza de los Carros un jueves de primavera, porque sabe que será azotado en Los Remedios, exaltado en Santa Catalina y crucificado por Ocampo, mientras cae la noche, llena de Pasión, en El Salvador.

La Esperanza de Triana a su paso por el Puente de Triana.
La Esperanza de Triana a su paso por el Puente de Triana.

Sin embargo, todo empezará y acabará. Sevilla no entiende de prisas, porque volverá a soñar despierta con una nueva historia de amor, muerte y resurrección. Una historia donde habrá un Silencio eterno, un cruel Calvario, Salud para los enfermos, Tres Caídas y hasta una Sentencia, para acabar en San Lorenzo, con el mismo Dios presente pidiendo clemencia.

Pero, por encima de todas las cosas, Sevilla no entiende de prisas, porque sabe que volverá a reinar la Esperanza, fuera de sus murallas, de una orilla a otra del río y por absolutamente todos los rincones de la tierra del arte. Y ese día, volveremos a poner en las calles de la ciudad más hermosa del mundo, a nuestra Semana Santa.

No corré, que Sevilla no entiende de prisas. Aquí es donde el tiempo aprendió a pararse...”

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  1. Anabel

    Ole tu😘

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