El Sevilla de Monchi y el Monchi del Sevilla

Una de las sentencias más escuchadas tras la derrota ante el Athletic fue la de colocarle ya las chanclas al Sevilla FC. Error. Ganar la Liga ya vuelve a ser la quimera que era antes de que este supersevilla haya hecho soñar a su gente. Pero quedan cuatro partidos en los que hay muchísimo en juego. El nivel del Sevilla moderno es incompatible con colocarse las chanclas antes de que acabe la temporada, aunque haya sido extenuante. Sobre todo teniendo aún opciones matemáticas hasta para el quimérico alirón y una visita de tronío al Real Madrid este fin de semana. Surge aquí una interesante pregunta: ya que no la va a ganar el Sevilla, ¿qué equipo prefieren los sevillistas que la gane?

Me imagino la respuesta de la mayoría: me da exactamente igual. Y es lógico. Al tradicional antimadridismo sevillista le salió hace ya muchos lustros una competencia durísima con la colosal antipatía hacia el Atlético. Y más recientemente, a base de polémicas arbitrales de todos los colores y durísimas derrotas, con el Barcelona. Y viceversa, por supuesto. Algo que lleva a gala la hinchada del Sevilla, poco amiga del bienquedismo servil y la gracieta constante de una Andalucía de la que, pese a todo, presume hasta poniendo la bandera blanca y verde en su camiseta.

Lo dicho, el Sevilla no se puede poner las chanclas. Por la entidad del partido del sábado, para empezar, y porque él mismo se juega mucho. El récord de puntos histórico del club en LaLiga Santander y, por encima de eso, quedar entre los tres primeros. Sumar más de 76 puntos (ahí está la marca desde 2015) es un premio testimonial pero que se merece sin duda este Sevilla. Quedar tercero, al menos, sería un pelotazo tan meritorio como importante su recompensa: jugar la Supercopa de España si al que adelanta no es al FC Barcelona y un doble ingreso económico de consideración. Por jugar y ganar dicho torneo el Athletic Club se ha embolsado casi tres millones de euros, que habrían sido más sin pandemia. Y la diferencia entre cada uno de los cuatro primeros puestos en la Liga en el reparto de derechos televisivos viene a ser de 7 millones.

Eso no quiere decir que sea fácil jugar ahora por esa especie de consolación después de soñar con lo más grande. El Sevilla va a tener el honor de quedarse fuera de la lucha por la Liga, como poco, el 9 de mayo. Después de una temporada extraordinaria en rendimiento y fuera de lo común en exigencia. La sobredosis de victorias invita a olvidar que la derrota es una posibilidad. Una opción que además es bastante probable si te atreves a luchar por lo máximo que hay en el fútbol. Es más, la derrota es imprescindible para la victoria posterior y para su consecuencia inmediata: la felicidad. El Sevilla ha tenido cuatro derrotas este año que harán más feliz a su gente en su próximo triunfo.

Unas veces es Bono quien le para un mano a mano a Lukaku y otras es Neuer el que se lo detiene a En-Nesyri. Unas veces Diego Carlos despeja mal y deja sin final al Sevilla y otras es el propio Lukaku el que se mete un gol y le da un título a los de Nervión. Unas veces cabecea Mbia en el 94' y otras Piqué en el mismo minuto. Unas veces el árbitro no ve la mano de Carriço y otras deja pasar la de Balenziaga. Este año el Sevilla ha ganado sin ganar, ha sembrado la semilla para un futuro quizás esplendoroso.

El Sevilla no debe esconder su decepción, su desilusión, ni su rabia. No pueden ser otras las consecuencias de su ambición desmedida y su rebeldía orgullosa desde el sur. Y eso se personifica en Monchi. El director deportivo le ha puesto cara a esos tres sentimientos, pero no debe entregarse tanto a ellos. Monchi es el gran artífice del gran Sevilla moderno y en su dilatada carrera de directivo ha estado siempre impecable, incluso cuando las burlas y desprecios le llegaban desde un palco y no desde twitter. Es ahora le damos valor a ello.

También aquí cabe eso de que ganar y ganar hace olvidar que es posible perder. Estar siempre impecable hace pensar que es perfecto. Y no lo es. La gran victoria de Monchi, más allá de su extraordinaria colección de resultados, ha sido siempre estar por encima de todo, incluso de sus enemigos, sin rebajarse. Y nos habíamos creído que siempre iba a ser así. Pues no, el Sevilla de Monchi a veces pierde y el Monchi del Sevilla a veces se equivoca. Porque donde nunca podrá ganar es descendiendo a un escenario de confrontación con quien sólo le puede echar en cara cualquier migaja que se haya dejado en su impecable trayectoria.

Y este año se ha dejado dos migajas. No es nada grave, aunque alguno se tire de los pelos. De hecho tras el mal ganar del Barça en la Copa fue hasta comprensible, pero sí es excepcional y sorprendente por lo mucho soportado con sabiduría en su trayectoria. Ha sido la humanización de Monchi, que no necesita defenderse de nada. Su gran victoria está en la tremenda (y lógica) alegría ajena por no ganar una Liga, como él dice. O en los forzadísimos argumentos de quienes dicen que ha fracasado no sé dónde. Pero, sobretodo, su gran victoria es que ahora haya abuelos sevillistas que piensen de verdad que les dará tiempo de ver al Sevilla ganar una Liga antes de marcharse al tercer anillo. Y eso, que lo es todo, es lo único que le debe importar.