No les llamen ilusos

Da igual cuando lo lea. El Sevilla FC nunca se rinde. Ni siquiera cuando la pandemia le juega una mala pasada -seamos justos, como a todos-, con el añadido de una plaga de lesiones que asola al equipo desde hace ya meses. Las cábalas decían que el segundo clasificado debía ganar a un equipo en zona de descenso, pero hoy en día doblegar a cualquier rival de LaLiga Santander, por desahuciado que parezca, sigue siendo una batalla. Ya lo avisa Lopetegui. Al menos para este Sevilla, que contra viento y marea sigue remando y mantiene su segundo puesto, amén de su condición casi de única alternativa al poderío de un Real Madrid que cada vez parece más humano y que, recuerden, se dejó dos puntos en la pasada jornada ante este mismo rival. Y además, firma la segunda mejor primera vuelta de su historia. Casi ná.

Las secretísimas bajas por Covid acabaron condicionando el equipo de Lopetegui, aunque pudo alinear un once medianamente reconocible con diez hombres del primer equipo más Iván Romero en punta de ataque. Chirriaba, eso sí, que jugaran Acuña y Augustinsson, formando primero una banda izquierda de laterales con todo el carril derecho para Ocampos y, después, con el argentino en el costado contrario, donde simple y llanamente, lo bordó. LO BORDÓ.

Costaba reconocer cuál era el dibujo del Sevilla, que atacaba con una especie de 4-4-2 y defendía más juntito, con un 5-4-1. La libertad del Papu Gómez era la mejor noticia, y de sus ‘no botas’ llegó la ocasión más clara de la primera mitad. La dejó pasar el argentino tras un centro atrás de Ocampos y Joan Jordán disparó cerca de la base del poste de Ledesma. Habían transcurrido 90 segundos de partido. No hubo más ocasiones claras en la primera parte.

Toda España sabe cuál es el plan del Cádiz. No se le puede reprochar nada, pues Álvaro Cervera entiende que es la mejor manera de sacar resultados positivos y de eso se trata el fútbol. De momento le ha ido bien. El caso es que los amarillos se parapetaban atrás y se confiaban a una genialidad de Negredo, mientras que el Sevilla tenía, manoseaba y sobaba la pelota, pero no hacía daño a la muralla gaditana.

Así, Lopetegui cambió el sistema y colocó a Acuña en la derecha para tener el brío de Ocampos más cerca del área rival. Le sirvió para acular más al Cádiz CF, pero ese es un envite que no rechazaba el oponente. Ahí, el Papu volvía a la izquierda, más lejos del zumo del juego, pero sus compatriotas por la otra banda creaban más peligro, especialmente el Huevo con un par de centros cerrados con mucho veneno que no encontraban rematador por poco. Iván Romero, voluntarioso pero menos guerrero que el día del Atlético, no se erigía en ese hombre que el Sevilla necesitaba encontrar arriba para abrir vías de agua en el acorazado amarillo.

El Sevilla que había madurado el partido en la primera parte se fue a por él en la segunda. No le amilanó ni siquiera la salida del campo de un emblema como Fernando, que tuvo que marcharse con problemas físicos. Los de cada día. Pero eso no para a este equipo, ni tampoco a un león como Lucas Ocampos ni a un guerrero como Marcos Acuña.

Al Sevilla no le amilanó ni siquiera la salida del campo de un emblema como Fernando. Pero eso no para a este equipo, ni tampoco a un león como Lucas Ocampos ni a un guerrero como Marcos Acuña.

Los dos argentinos firmaron un partidazo. A cual mejor, aunque fue el primero, que ha vuelto a romper en goleador, el que dio los tres puntos a su equipo. En una segunda jugada tras un córner, Rakitic tiró de clase -otra lección de jerarquía la suya- para abrir a Ocampos tras un buen movimiento de Iván Romero, y el de Quilmes fusiló a su compatriota Ledesma, que también puso de su parte.

Ahí al Cádiz le tocaba cambiar el paso, y eso le cuesta. Con los amarillos tímidamente estirándose para ver si caía la breva, el Sevilla empezó a achuchar e incluso un centro de Acuña acabó en el poste tras un rebote.

Los de Cervera, realmente, jamás tuvieron oportunidad de quebrantar la defensa sevillista, y apenas un disparo de Espino desde lejos y un cabezazo de Andone pusieron el corazón en el puño a la hinchada nervionense, que a pesar de la cotidianeidad de la victoria por la mínima no se acostumbra a este sufrimiento. Los jugadores sí, y esa es la mejor característica de un equipo que se maneja cual funambulista en el alambre. Sin aspavientos, seguro de sí mismo. De hecho, en el tramo final estuvo infinitamente más cerca la sentencia que el gol local, pero Munir, Óscar y de nuevo Óscar fallaron tres clarísimas. Ocampos sí la metía, pero era anulado por fuera de juego.

El sevillismo no se acostumbra a este sufrimiento. Los jugadores sí, y esa es la mejor característica de un equipo que se maneja cual funambulista en el alambre. Sin aspavientos, seguro de sí mismo.

Este equipo ya convence hasta al más clásico agorero sevillista. Ni los memes hacen mella. Esta vez el Sevilla de Lopetegui ganó donde tenía que ganar y se gana, por derecho propio, el derecho a una ilusión. La fecha no puede ser más propicia. Queda mucho por delante y todo se ve bonito desde aquí. No les llames ilusos, que los Reyes Magos vienen para todos.