La historia de siempre con los protagonistas de siempre

Es el eterno remake. Algo parecido pasó ya en la ida. El Sevilla de Lopetegui no puede con el Real Madrid. El atraco arbitral de turno, los errores defensivos de turno, el miedo y respeto reverencial cuando no toca (2-0 a favor en el marcador) y un equipo venido a menos que permitió al conjunto merengue redondear su meritoria remontada en el descuento. Por H o por B, el Sevilla, a este Sevilla, le cuesta un mundo con los grandes, sobre todo con el Real Madrid, al que dejó escapar vivo en el Sánchez Pizjuán.

Sería injusto en todo caso analizar el partido sin la jugada de Camavinga. Porque es imposible. La segunda amarilla perdonada al francés pudo, probablemente, casi cerrar el partido con el 2-0 a favor de los locales. Pero Cuadra Fernández se la perdonó excusándose en un balón que el francés nunca tocó para llevarse por delante a Martial. Luego, anuló un gol a Vinicius, cierto, también muy polémico. Pero puestos a jugadas sin discusión, la segunda amarilla a Camavinga no la tenía. Y el colegiado dejó vivo al Real Madrid.

Y de ahí viene el segundo análisis. Un Sevilla que en la primera parte fue muy redondo, muy completo, muy en su sitio. El Papu estuvo omnipresente, Tecatito chisposo, y en general todo el equipo acertado, intenso. Pero se desmoronó en la segunda mitad de manera un tanto incomprensible. El Real Madrid apretó y mucho, y de hecho se vio a un equipo que se estaba jugando LaLiga, así lo tenían en la cabeza, en Nervión. Pero el conjunto de Lopetegui fue bastante colaboracionista. Retrasó demasiado las líneas, sus jugadores perdían la pelota una y otra vez en la salida del juego, regalaban la pelota a los de verde, y para colmo el equipo se fue viniendo más y más abajo con los cambios. En especial, notó la salida del Papu en el descanso, se supone que lesionado. Ahí acabó las ganas de buscar la pelota, ahí acabó la mente fría, la posesión, ahí acabó la personalidad del Sevilla. Luego llegó el remate, la salida de un Acuña mermado físicamente y la entrada de Agustinsson, o lo que es lo mismo, la autopista para Rodrygo, que no debiera haber salido en el descanso por Camavinga, claro está. Pero que la condescendencia arbitral salió, y se la lio al sueco. Marcó el 2-1 y fue el artífice del 2-3 al asistir a Benzema.

Sin Martial, sin el Papu, sin Acuña... el Sevilla desapareció del todo. Se echó atrás y no acertó a salir, ni en largo ni en corto. Aún así, tuvo algunas acciones de peligro, sobre todo un remate de Rafa Mir de cabeza, solo, tras una espectacular jugada de Óliver, que se fue al limbo de manera incomprensible. Estuvo nefasto realmente Mir, que además perdió todos los duelos ante Alaba y Militao.

El Real Madrid, con once jugadores, se comió al Sevilla en la segunda mitad de principio a fin, y además de los goles de Rodrygo, Nacho y Benzema pudo hacer el de Vinicius, que anuló Cuadra tras incluso verlo en el VAR por una mano que al final consideró sancionable.

El Sevilla pierde ante el Real Madrid, algo que puede pasar. Pero perdió de forma muy dolorosa, y arrastrando impotencia. Arrastrándola porque el arbitraje volvió a perjudicarle muy seriamente. No es analizable el partido sin esa jugada de Camavinga, o al contrario, lo es a partir de esa. Pero en ese segundo partido once contra once, el Real Madrid le pasó por encima y el Sevilla no tuvo armas para responder. Desapareció. Como tantas otras veces. La historia de siempre.