Corazón que late fuerte

Hay empates y empates. Los béticos deben estar orgullosos del partido que su equipo firmó contra el Real Madrid en el Benito Villamarín. Un duelo disputado de poder a poder, como si fueran dos iguales. No importó ni la entidad del actual campeón de LaLiga, ni que el Real Betis no contaran con Nabil Fekir y Sergio Canales, dos de sus referentes.

Competir es el verbo que mejor formula este Betis de Pellegrini y en eso se aplicaron los heliopolitanos que demostraron una jornada más, y ya van 24, que son firmes candidatos a jugar la Champions League el año que viene. El Betis fue un señor equipo. Dispuesto a la batalla cuando se tuvo que arremangar y defender, valiente cuando miró a la portería madridista.

Quizás sin el talento arriba que le hubiera servido para desarbolar al Real Madrid, cuando se presentó en tres cuartos, pero el Betis fue un conjunto de pundonor y en el que otros actores, otras veces secundarios, dieron un paso adelante. Descomunal el partido de Aitor Ruibal, Guido marcó la línea en el medio, Rodri exhibió galones con la pelota o Sabaly se batió el cobre para minimizar a Vinicius. Solvente también la pareja de centrales.

Eso no significó que el Betis no tuviera también sus oportunidades, que las tuvo claras, como alguna de Borja Borja Iglesias o Ayoze. Ahí también los verdiblancos pudieron acabar llevándose los tres puntos y hubiera sido plenamente justo. Que compitiera y supiera medir los tiempos cuando la pelota fue blanca, no impidió que también amenazara al Madrid. Claro que por allí andaba también un tal Courtois.

Por encima de todo el Betis del maestro Pellegrini conectó otra vez con su afición. El tesoro más grande en el fútbol, más allá de resultados. El Villamarín vibró con los suyos. Sufrió, gozó, celebró cada ataque, jaleó cada recuperación. Una comunión que demuestra que este equipo tiene alma. Como dice el himno del centenario "corazón que late fuerte".