Punto de crecimiento

Visitar un estadio como Vallecas y a un rival como el Rayo Vallecano eran una "inmejorable oportunidad" para el nuevo Real Valladolid. Éste, tras la victoria (1-0) inaugural ante el Real Oviedo, debía mostrar una buena versión y un buen estado tras apenas 50 sesiones de entrenamientos. Paco Herrera lo sabía y para tal ocasión apostaba por una versión de su equipo veloz y de transiciones rápidas. El Pucela, inicialmente, no quería el balón y buscaba contragolpes con los tres jugadores más ofensivos. La línea de ataque blanquivioleta dividía a un equipo con destellos de calidad pero con un objetivo muy vertical.

 
Tal prioridad vallisoletana obligaba a un equipo de destellos. Esos pantallazos de fútbol llamaban al protagonismo de jugadores eléctricos hasta que Paco Herrera dio un cambio al partido. Mientras el pucelano quería crecer sobre el balón con la entrada de dos jugadores del centro del campo, el Rayo daba la oportunidad de refresco a Manucho. Cambio de perfil en ambos equipos que no movería el empate inicial. La igualdad se fijó tras los diez primeros minutos y ya nadie fue capaz de cambiarla ni en el campo ni desde el banquillo.
El nuevo estilo diseñado por Paco Herrera con el famoso rombo de la pretemporada en liza no tuvo efecto, de igual forma que la propuesta de juego directo del equipo local no dio grandes ocasiones para los de Sandoval. La pareja tan conocida en Valladolid de Manucho y Javi Guerra no inquietó a un Isaac Becerra que veía muy cerca a su línea defensiva pero que no vivía nervioso el tramo final. Pese a que el partido terminaría en el área rayista, el empate fue lo más justo de un punto que confirma el crecimiento de un equipo que avanza por juego y sensaciones y no por victorias. Como debe ser.

Pacto de caballeros

La igualdad mostrada no se veía sobre el terreno de juego en los primeros minutos. El comienzo del partido fue rayista. Muy rayista. Los de José Ramón Sandoval dominaban al Pucela y lo encerraban como el Real Oviedo hizo en los últimos minutos del debut de hace una semana. Sin grandes ocasiones y, sobre todo, sin el protagonismo que tuvo Isaac Becerra en aquel partido en el estadio José Zorrilla, los locales generaban una elevada sensación de peligro que no conseguía inquietar a una versión del Pucela que no quería el balón. Pese a la gran población que implanta Paco Herrera en sus diseños y estilo, el Real Valladolid no generaba grandes posesiones en la primera hora. No las tenía. No las quería.

Vivía encerrado la primera parte dando la sensación de que, en gran parte, lo hacía por intención propia. Quería que el rival adelantara líneas y poder ejecutar su plan veloz. Pese a este rol secundario, el Pucela generaba mucho peligro en transiciones rápidas. Aprovechando la velocidad de José Arnáiz y de Ibán Salvador, los visitantes llegaban a la meta de un Toño que regresaba al fútbol tras una grave lesión de rodilla. Aunque las oportunidades pucelanas no eran elevadas ni de gran calidad, sí que aparecían desde una fuerte personalidad en la creación rápida. El Real Valladolid sabía muy bien qué quería realizar. De igual forma vivía el Rayo Vallecano en lo que fueron casi 30 minutos de un pacto de caballeros. Ni unos ni otros atacaron con gran fuerza la meta rival salvo el inicio del partido, tiempo en el que los locales se mostraron intensos y fogosos en el ataque.

Plan B

Tras un inicio de segunda parte en la que el partido tomaba la misma dirección que en la primera parte, Paco Herrera demostró personalidad. Adoptó y adaptó un plan secundario en el Real Valladolid para los últimos 30 minutos. Con la entrada de Míchel Herrero, primero, y Renzo Zambrano, después, los pucelanos buscaban el dominio del balón. Una nueva versión del Real Valladolid que quería más opciones de ganar. Pese a la brillantez de un punto en un estadio así y más en estas fechas y ante las diferentes fases de los dos conjuntos, Paco Herrera quería más. Ambición del catalán que no se tradujo en goles y ocasiones.

Más igualdad

Pese al cambio de propuesta de ambos equipos, la igualdad no variaría. La entada del delantero angoleño obligaba a Paco Herrera a dar entrada a Alex Pérez y, como ocurrió ante el Real Oviedo, a retrasar líneas en el Pucela. Los visitantes vivirían los últimos minutos en su área en una demostración de la aprobación del punto.
Pese a la descongestión de juego que provocaba en todo el partido la brillante actuación de Jaime Mata, el Pucela no generaba grandes ocasiones. La seriedad defensiva manda en estas fechas para que el crecimiento y la confirmación de las buenas sensaciones forje a un equipo que debe mejorar en el apartado de la construcción. En ella, el Pucela debe crecer para que todo el trabajo dé mayores frutos. Pese a la necesaria ambición de estas fechas, la realidad y las fases del proyecto mandan y éstas dicen con rotundidad que el Real Valladolid firma un empate de crecimiento. Un punto de enorme satisfacción y confianza.