0-2: Las alarmas vuelven a saltar en Zorrilla

Después del 'palo' ante el Burgos, el Real Valladolid intentó resarcirse y recuperar sensaciones. Buscaba demostrar frente su afición, en el Nuevo Estadio José Zorrilla, la valía del equipo ante un CD Tenerife que llegaba invicto y de la mano de un viejo conocido, Míchel Herrero.

Con su formación (1-3-4-3), José Rojo, Pacheta buscó demostrar que su idea para el equipo funciona, pero todo fue mal. Tras el gol tempranero del Tenerife, el equipo vallisoletano intentó tirar de orgullo, pero la intensidad llevó a demasiados desajustes. Así, llegó el segundo gol del equipo isleño, de un tiro lejano del ex del Pucela, Míchel Herrero. El tanto no supuso ningún cambio en la dinámica del partido, que llegó 0-2 al descanso.

La segunda parte fue un espejo de lo vivido en Burgos, con un Real Valladolid incapaz de crear peligro y más cerca de encajar más goles. Así, llegó el segundo golpe de la temporada para el Real Valladolid, de nuevo superado táctica y futbolísticamente por un Tenerife que disfrutó y que continúa invicto.

Empezaba el sufrimiento

El Pucela salía algo pasado de tuerca, buscando las bandas, pero sin terminar de encontrarse. Abusaba del balón en largo y no tenía un control real en el juego. Prueba de ello era la tarjeta amarilla de Jawad El Yamiq en el minuto 4, pero también el balón mal despejado de Rubén Alcaraz antes del tiro de Elady Zorrilla.

Tras este mal comienzo, el Real Valladolid comenzaba a reaccionar en un toma y daca con el que intentaba arrinconar, a base de centros y sin acierto, al Tenerife. Fue durante este toma y daca en el que el equipo canario, en un contrataque, sorprendía a una defensa del Pucela incapaz de replegarse. El gol de Samuel Shasohua, en el minuto 11, reavivaba las dudas surgidas en Burgos.

Un Pucela con más carácter y pundonor que el mostrado en la anterior jornada, trataba de reaccionar, de nuevo desde las bandas. La reacción buscada llegaba tras el remate de un córner al larguero que podría haber terminado en penalti y que traía la sustitución de Javi Sánchez por el lesionado El Yamiq.

Intentos desesperados

Inmediatamente después de la clara oportunidad del Real Valladolid, David Gálvez Rascón decidía no pitar mano en una acción en la que participaban Roque Mesa y Álex Muñoz. Esta venía seguida de un trayazo de Lucas Olaza, en una falta directa, que despejaba cualquier duda con respecto a la actitud del Pucela de Pacheta en esos minutos.

Y es que el equipo del burgalés continuaba apretando y arrinconando al conjunto isleño. Con las ideas más claras, pero sin orden y echado arriba, el Pucela dominaba cuando llegaba el segundo gol del Tenerife. El tanto llegaba desde los pies del exblanquivioleta Míchel Herrero en una acción aislada desde fuera del área que se colaba en la red en el minuto 30 tras golpear en el palo y en el cuerpo de Roberto Jiménez.

Aún así, el Real Valladolid, pese a la dificultad, no bajaba los brazos, pero continuaba siendo demasiado anárquico. Ya no era cuestión de valentía y atrevimiento. El Pucela continuaba atacando con el balón, pero el esquema hacía aguas ante un Tenerife que seguía cerrado y que, sin sentir ningún peligro, llegaba por delante al descanso.

Desastre total

Tras el intermedio, el Pucela aparecía sin Kiko Olivas y con Sergio León, que debutaba con la camiseta blanquivioleta. Con un claro 1-4-4-2, Pacheta buscaba un mayor control en el centro del campo. Pero el equipo vallisoletano seguía sin encontrar inspiración en un partido a contrarreloj, en el que el Tenerife se sentía cada vez más cómodo.

El Real Valladolid continuaba insitiendo por las bandas, pero la defensa tinerfeña tenía pillada la matrícula de un Pucela sin más ideas, con ritmo triste, melancólico y que continuaba sufriendo al contrataque. Con esta tendencia entraban Hugo Vallejo y Anuar Tuhami por Toni Villa y Roque Mesa, para aportar algo más de intensidad y verticalidad.

Con el paso de los minutos se veía a un Real Valladolid cada vez menos esperanzado, con menos intensidad y orgullo. En frente había un Tenerife poco interesado en que se generase peligro y que, pese a ello, sí que lo creaba. El Real Valladolid se veía ahogado y frustado ante la falta de ocasiones e incapaz de reaccionar, totalmente desequilibrado.

Llegaba el minuto 75 y el desastre total ya estaba asegurado, con un Zorrilla que veía pasar los minutos de un equipo sin convencimiento ni espíritu. Mientras tanto, Míchel marcaba el ritmo de un Tenerife que ya acariciaba la victoria. Entraba Álvaro Aguado en el minuto 76 como último intento de salvar los papeles, pero las inseguridades del Pucela hacían que pareciese más probable encajar un nuevo gol que marcarlo. De esta forma, los fantasmas de Burgos se volvían más reales que nunca y despertaban la verdadera preocupación en torno al Real Valladolid.