El día que el Celta no quiso ser el Celta

Cuando el sorteo deparaba como rival del Celta al Deportivo Alavés nos las prometimos muy felices, sabíamos de los peligros del cuadro vitoriano. Rigor táctico y defensivo que anticipaban unas semifinales duras pero con protagonismo celeste, al menos en el juego. Pero no ha sido así, el Celta no supo ser el Celta, esa es la versión edulcorada, porque la sensación que queda es que el Celta no quiso ser el Celta.

 
La decepción es enorme, era una semifinal donde solo se podía perder. Si el Celta pasaba a la final se cumplía el guión previsto, era un equipo superior, con un historial en los últimos años que mejoraba en mucho al de un recién ascendido que está protagonizando un campaña muy meritoria pero al que el Celta no tenía nada que envidiar.
Es complicado saber si el Celta perdió la eliminatoria en Balaídos, pero en los 180 minutos de los de Berizzo hemos visto solo sombras, unas sombras tenebrosas que solo se clareaban con los destellos de Iago Aspas. Un Aspas al que Berizzo dejó completamente solo durante los dos partidos. La idea de reforzar el medio del campo ante un rival que se protege en defensa y al que Berizzo se lo puso relativamente fácil. Sin tener la pelota durante muchos minutos la sensación es que en los dos choques se jugó a lo que quiso Pellegrino. Nulo juego, balones en largo y mucha intensidad. Posesiones escasas del Celta que en la mayoría de los casos no condujeron a nada.
En estas semifinales el miedo se apoderó del Celta, se adueñó de Berizzo. El miedo a no encajar, a guardar la portería provocó que el Celta se volviese un equipo rácano, mediocre un equipo sin un patrón de juego. Encomendados a Aspas, balones al moañés, que su magia decida. Porque en Mendizorroza dio la sensación de que Radoja, Marcelo y el 'Tucu' no comparecieron. Los miedos a no encajar quedan retratados en las dos titularidades de Wass en el costado derecho. El danés estaba para proteger la banda de las subidas de Theo Hernández. Lo mismo que un Bongonda que volvió a ofrecer su versión más gris, todos los jugadores se dejaron el alma en el campo, eso no es cuestionable, pero los esfuerzos no estuvieron bien dirigidos.
El Celta no quiso ser el Celta, no quiso jugar a lo que sabe, a lo que agrada al aficionado, esta noche no hubo fútbol de salón, hubo fútbol del norte y por desgracia el conjunto vigués fue inferior al Alavés. En el recuerdo quedarán los palos, las paradas de Pacheco, las ocasiones marradas y tal vez los errores individuales que también son una constante en este equipo pero el análisis debe ser más profundo. Pellegrino fue mejor que Berizzo, el Celta se dejó vencer por el miedo y cuando traicionas tus ideales tus opciones se mueren. El Celta se murió por miedo, por miedo a no encajar, por no querer ser el equipo luminoso que tantas veces nos ha asombrado. Esta noche de miércoles supone uno de los peores palos que ha vivido el celtismo en los últimos años. Toca borrar esta decepción de la cabeza, toca pensar en la Europa League y en la Liga, pero este miércoles el Celta renunció a ser el Celta, segunda lección en unas semifinales de Copa, la locura mató al Celta la pasada campaña en el Pizjuán, el miedo mató al Celta en Mendizorroza. Esperaremos a la tercera, ¿Será la vencida?.