El Zaragoza aguanta el tipo y gana un punto de oro en el Tartiere

No era fácil la plaza en la que tenía que torear el Real Zaragoza. El Carlos Tartiere siempre es un estadio complicado y el equipo de César Láinez lo pudo comprobar de primera mano. Los asturianos, en plena pelea por el playoff, salieron a morder en su campo desde el primer minuto y los blanquillos tuvieron que remar de lo lindo. Era la guerra.

Y es que lo cierto es que desde el primer minuto las cartas sobre la mesa se vieron muy claras. El Oviedo quería imponer su ley en su campo y fue el que llevó el peso del partido. El Real Zaragoza, con novedades en sus bandas, apenas creo ocasiones peligro. De hecho, todo el peligro del Real Zaragoza se pudo contar con los dedos de una mano... y nos sobrarían tres. 
La primera fue en el minuto 11 de juego. Una falta que botó Javi Ros buscó la jugada de estrategia en la cabeza de Cabrera. El uruguayo, casi en la línea de cal, pudo rematar el pase inicial de Ros al corazón del área, ya que estaba libre de marca. Sin embargo, el Oviedo reaccionó a tiempo y pudo despejar un balón que Ángel ya esperaba con los brazos abiertos. En la segunda también estuvo Ángel como protagonista. En un saque de banda a la altura del área, Cabrera lanzó largo para la peinada de Edu Bedia hacia el tinerfeño. El ariete realizó un potente remate de cabeza que Juan Carlos desbarató con una sensacional parada. 
Salvando eso, fue el Oviedo el que llevó el peso del peligro. Poco a poco fue encerrando al Real Zaragoza en su área con jugadas a balón parado -faltas y córners- y con jugadas de combinación, sobre todo por su banda izquierda. La defensa blanquillo tuvo, como cada jornada, sus luces y sombras. Marcelo Silva volvió a ser el líder de la zaga, mientras que la cruz, otra semana más, fue José Enrique.
En la primera parte su exceso de confianza comprometió a sus compañeros en un par de ocasiones. Primero, cuando quiso salir con el balón jugado entre dos rivales y, obviamente, perdió el balón. En otra, un despeje elevado le dio una segunda oportunidad al Oviedo que se encontró con un inspirado Ratón. Porque esa es otra. En el Carlos Tartiere Álvaro Ratón se graduó en madurez. Durante alrededor de 20 minutos fue el que sostuvo al equipo con paradas de todos los colores. Por alto, por bajo, a bocajarro, elevadas, a los costados... Buena parte del 0-0 con el que se llegó al descanso fue suya. 

Cambio en el guión

Si uno miraba al resultado el miedo podía invadir su cuerpo de cara a la segunda mitad. Conociendo el bajón del Real Zaragoza en las segundas partes, viendo que el partido estaba empate a cero y que el Oviedo había sido el dueño del peligro en el primer tiempo, el resultado de la ecuación -y el desenlace del partido- parecía claro. Todo indicaba que los de Hierro se llevarían el gato al agua. 
Pero esta vez los de Láinez no se arrugaron. En la segunda mitad dieron un paso adelante y se fueron acercando al área de Juan Carlos, con buenas combinaciones. Si bien no finalizó esas jugadas con todo el acierto necesario para ganar, lo cierto es que supo aguantar el tipo y mantener ocupado al Real Oviedo en su campo durante muchos minutos. Y es que los blanquillos -de avispa esta vez- tuvieron el poso necesario para saber cómo tenía que jugar este partido. 
Ratón no paró en su recital, completando el mejor partido que ha hecho con el Real Zaragoza. Aunque Figueroa Vázquez se empeñase en empañarlo sacándole dos amarillas absurdas -por considerar que perdía tiempo en varias jugadas- y expulsarlo en el descuento. Porque lo cierto es que el Oviedo lo intentó y siguió percutiendo sobre el área de los zaragocistas. 
Una segunda parte para la esperanza en la que el Real Zaragoza por fin espantó a sus fantasmas y en la que sacó un punto de oro en un campo muy complicado por el ambiente, el rival y la imagen que dieron los jugadores del Oviedo. Gran empate sin goles de los de Láinez que ahora tendrán que refrendar esas buenas sensaciones en el próximo partido ante el Rayo. 

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