Un lord incuba en El Nido una nueva era
Sebastian Coe, un lord de aspecto pulido y camisas escrupulosamente planchadas, tendrá que arremangarse a partir del día 30 para lavar la desastrada imagen del atletismo y, al timón de una renovada Federación Internacional (IAAF), devolverle la prestancia que él mismo contribuyó a crear con sus inolvidables cabalgadas sobre las pistas.José Antonio Diego
Con la elección de Coe, Europa recupera el centro de gravedad de un deporte que el Reino Unido, el país del nuevo presidente, ha vivido siempre con especial intensidad, y el mundo latino, que alcanzó su máxima influencia con el italiano Primo Nebiolo en el cargo, pierde los últimos restos de su influencia en la IAAF.
El Nido de Pájaro, el monumental estadio construido para los Juegos Olímpicos del 2008, alumbrará del 22 al 30 de agosto una nueva era en el atletismo, que encara un cambio generacional inmerso en una crisis de imagen derivada de las últimas revelaciones en materia de dopaje.
La posible despedida de Usain Bolt de los Mundiales -no tiene planes después de Río 2016- y la presencia en el palco de honor de un nuevo presidente de la IAAF marcan el nuevo rumbo del rey de los deportes, que en el último decenio ha ido perdiendo carisma y cuota de mercado.
A los dieciséis años de presidencia del antiguo saltador de longitud senegalés Lamine Diack, un personaje gris que sólo llama la atención por el exotismo de sus túnicas talares, sucede ahora el mandato de una figura carismática como Sebastian Coe, que ha sido capaz de derrotar a Sergey Bubka, no menos carismático.
Las cifras de participación -1.936 atletas de 207 países-, la más alta en las 15 ediciones de los campeonatos, no pueden ocultar la nube que ensombrece el panorama del atletismo a la luz de los datos difundidos por la cadena alemana ARD procedentes de controles de dopaje que no terminaron en castigo para los implicados.
Desde la publicación del último reportaje sobre el asunto, la IAAF se ha embarcado en una profusa batalla de desmentidos que, lejos de aclarar el horizonte, contribuye a propagar la sensación de que algo se ha hecho mal cuando se implantó, ya va para seis años, el pasaporte biológico sin tener atados todos los cabos.
La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) ha tomado cartas en el asunto, encomendando a su Comisión Independiente una investigación urgente sobre las denuncias recogidas en el documental con datos filtrados pertenecientes a la IAAF que contienen más de 12.000 análisis de sangre de unos 5.000 atletas entre los años 2001 y 2012.
Según el reportaje, la gran mayoría de los sospechosos, entre los que se encuentran campeones olímpicos y mundiales, han salido indemnes.
La noticia de que el reanálisis de muestras tomadas en controles de dopaje realizados en los Mundiales de Helsinki 2005 y Osaka 2007 ha llevado a la apertura de expediente disciplinario a otros 28 atletas alimenta el ambiente de sospechas, puesto que la IAAF, de acuerdo con el principio de confidencialidad, no ha publicado sus nombres aunque ha confirmado que ninguno de ellos estará en Pekín.
En la situación actual, cualquier baja puede ser interpretada ahora como una posible suspensión cautelar del atleta, acentuando el ambiente de sospechas.
Como a menudo ha sucedido en los campeonatos del mundo, la lacra del dopaje amenaza con eclipsar las prestaciones de los atletas, que se ven obligados a realizar verdaderas gestas si quieren disputar al dopaje espacios en los medios de comunicación.
Así sucedió hace siete años y en el mismo escenario de El Nido. En los Juegos Olímpicos del 2008, el atletismo encontró en Usain Bolt, entonces de 21 años, un nuevo ídolo capaz de renovar el panorama marchito de un deporte que había sufrido golpes brutales por culpa del dopaje.
Tres medallas de oro y tres récords del mundo en una semana convirtieron a Bolt, "el Relámpago", en el gran triunfador del atletismo en aquellos Juegos y, a juicio de Sebastian Coe, en el rey de Pekín 2008, por delante, incluso, del estadounidense Michael Phelps, ganador de ocho medallas de oro en la piscina.
Bolt llevó al estadio su alegría juvenil, alimentó las cámaras de televisión con gestos y pantomimas y pasó por los Juegos de Pekín como un huracán que barrió ambientes enrarecidos. ¿Será capaz de repetirlo siete años después?
