[Crítica] Fast & Furious 7
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Puede resultar una sorpresa que una séptima película de una saga que ya se cree agotada resulte entretenida, disfrutable pese a lo patético que pueda resultar su conjunto y la inverosimilitud (necesaria en ocasiones) que transmite la película dirigida por James Wan.
Fast & Furious 7 va más allá de lo que podía prometer, incluso ofrece más madera a una aventura que parecía haber tocado fondo e incapaz de cruzar el muro que, tras seis entregas, impedía ver luz lejos del túnel. Vin Diesel apenas se esfuerza, Jason Statham y Dwayne Johnson parecen extrañamente ocupados en resolver sus divertidas diferencias mientras se acerca el (porque no decirlo) emotivo final en el que se contempla el final preparado para homenajear a Paul Walker.
Salir del cine y olvidarla sería lo más indicado. Pero resulta imposible. El ejercicio bizarro de algunas secuencias en Fast & Furious 7 hace que ese olvido sea una empresa ardua. Saltos entre edificios, chascarrillos aprendidos de carrerilla, más esteroides que metraje y toda la colección de tópicos del género (en honor a la verdad) bien llevados por un director curtido en el cine de terror (Saw, Insidious, Expediente Warren) y preparado para soliviantar cualquier sorpresa en pantalla.
