Lección que escuece en Mestalla y que hay que aprender en 72 horas
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En 20 minutos el Valencia había tirado la eliminatoria
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Ganó el más eficaz
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Quien perdona, lo acaba pagando
El Valencia CF queda eliminado de la Copa del Rey por un contundente 1-3 que no refleja lo que se vio sobre el césped pero que corta de raíz una buena racha de los valencianistas. Lección que escuece para la Quinta del Pipo y para el propio Pipo que, de inicio, Rubén Baraja apostó por un once titular con rotaciones y que en veinte minutos tenía la Copa perdida. La pájara inicial fue de aúpa, de las que te cuestan eliminatorias. En veinte minutos el Celta había anotado dos goles -vale que el segundo fue un penaltito- y había puesto la cosa casi imposible. Y es que, el empuje del equipo duró apenas el inicio del encuentro, en el que Hugo Duro pudo marcar, pero los dos tantos vigueses fueron dos jarros de agua fría.
Por fortuna, y hablando de frialdades, un tipo frío como el témpano como Pepelu anotó el 1-2 a la media hora que cambió el panorama. Los de Mestalla recuperaron el dominio y empezaron a acumular llegadas y ocasiones antes del descanso. El de Denia no necesita que le enseñen nada porque siempre está al nivel y, en un partido gris del equipo, aún brilló.
La segunda lección para el Valencia: quien perdona...
La segunda lección para el Valencia CF llegó en la segunda parte, cuando tras un dominio infructuoso y algunas ocasiones desperdiciadas, el Valencia se vio envuelto en la maraña de Benítez y fue incapaz de lograr el 2-2. Quien perdona, ya se sabe, acaba perdiendo. Y así fue, como en la primera mitad, en la segunda parte, casi en la primera llegada céltica cayó el 1-3 y se acabó el partido, la Copa, pero no la lección.
El aprendizaje no acaba hoy
Con la derrota, sin embargo, no acaba esta lección que escuece. El sábado llega a Mestalla el Athletic y, para ese día, el Valencia CF habrá tenido que digerir esta copa amarga y que no puede pasar más factura que la desilusión de Mestalla de quedarse sin su competición fetiche. LALIGA llega y no espera a nadie