Del chopo y otras maderas
Yo no he visto jugar a Iribar pero mi padre sí. Y en el Athletic eso es suficiente. Basta escuchar una parada espectacular de ‘El Chopo’ de boca de mi padre para asumir ese recuerdo como mío.
Todos los aficionados al Athletic hemos visto a Iribar estirarse a por un balón con las manos desnudas. O al Gamo de Dublín correr la banda por un campo infinito. O a Fidel Uriarte saltando a por un balón de cabeza como si fuese el último. O centrar a Argote con esa elegancia casi mecánica: “Sin girar el cuerpo”-repite mi padre con la imagen aún en su retina.
Cuando yo entré por primera vez en San Mamés lo hice como la mayoría, agarrado de la mano de mi padre y abrumado por olores, colores y comentarios. Mezclados entre la gente, buscando nuestra localidad, mi padre se paró y medijo: “Mira, ése es Panizo”. Nunca le había visto jugar. Tan sólo dos fotos en casa recuerdan a esa delantera mágica como si fueran parientes lejanos. Pero yo me quedé con la boca abierta. Eso es el Athletic. Así late su sangre.
Y en estos momentos de realismo sucio, cláusulas y contratos, no duden que yo diré que un día vi a Yeste llorar en San Mamés, a Llorente jugar sobre la línea de cal como un equilibrista y a Javi Martínez hacer tres bicicletas en una.