El momento de la fe

 

La verdad es que tenía preparado un artículo en el que iba a hablar de que al Athletic, y a todos sus estamentos, le había llegado la hora de la fe. Que, a pesar de la crisis que vive la Iglesia Católica, durante siglos su gran depositaria, la fe puede seguir siendo un activo en ciertas situaciones. 
Como la que vive el Athletic, que ve partido a partido como la lógica del fútbol se hace añicos al primer bandazo y, con el equipo rojiblanco de por medio, no gana el que mejor juega ni el que más ocasiones de gol genera en la portería contraria. 
Iba a decir que había que confiar en una manera de jugar con la que la afición rojiblanca se siente muy identificada y además, algo que no se debería olvidar tan fácilmente, dio pingües beneficios en la inolvidable temporada anterior. 
Incluso iba a solicitar confianza plena en Raúl, al que no me le imaginaba de nuevo relegado a la suplencia por ¡un partido malo! Iba a reparar en lo vital que es para el Athletic confiar, tener fe, en su cantera. Que si no, no va a ningún lado y su discurso -filosofía, singularidad, compromiso- tiene menos consistencia que escribir sobre el agua. 
Pero hete aquí que, primero, un significado directivo de Ibaigane -por su puesto, vicepresidente; que no por su perfil, muy discreto hasta ahora- abre la caja de los truenos. Y, después, Marcelo Bielsa, como no puede ser de otra manera en alguien de su peculiar personalidad, mocha como el más aguerrido de los 'vitorinos'. 
Y me planteo si no se me ha quedado fuera de foco la idea.  
Pero llego a la conclusión de que no. De que no me he quedado desenfocado. Para nada. Por donde iba yo, y sigo yendo, es -creo- por donde debería ir el Athletic. Si no, desencaminado anda. Me reafirmo. Fe y perseverancia. Y más ante cosas tangibles. Como es el fútbol de Bielsa. 
Aunque me resulte incomprensible lo que ha hecho el de Rosario, un técnico de indudable cualificación, con Raúl. A mi juicio, le puso cuando no debía, con Iraizoz defenestrado. Y, ya puesto, tenía que mantenerlo al menos un tiempo prudencial. Por que si no, ¿qué sentido han tenido sus años en la primera plantilla y su no muy lejana renovación?  
Ramón Orosa, agencia EFE