El Athletic Club en el siglo XXI

Hay algo que no me quito de la cabeza y que en apariencia poco tiene que ver con el fútbol. Me di cuenta de ello en Barcelona, en 2015, en la Athletic Iria, el día antes de la final. Serían como las dos de la mañana y ya había terminado el concierto de Danko Jones hace un buen rato. Entonces advertí que toda la música que llevaba sonando por megafonía tenía al menos un cuarto de siglo. Era lo que en su día escuchábamos de chavales los que hoy somos cuarentones.  

Hemos visto abierto el puente de Deusto. Sabemos qué era quedarse en casa aguardando una llamada telefónica. Vimos jugar a Dani, vimos la gabarra, y también vimos el nacimiento de los relojes digitales, del euro, de Internet. Si de chavales nos hubieran mostrado una pantalla táctil nos habríamos caído de espaldas.
Si de chavales nos hubieran dicho que una buena parte de la prensa deportiva iba a sonar tan vacua como los programas del corazón no nos lo habríamos creído. Hace apenas diez años nadie habría sabido qué entender por una app de Athletic Club, y hoy me cabrea haberme comprado un Windows Phone y no tenerla a mano.
Nos guste o no, venimos de otro planeta y habitamos éste —el de nuestros hijos y sobrinos—, porque las atmósferas son compatibles.
Mi hijo nació en Madrid. El día en que ganamos la Supercopa celebró su primer cumpleaños con la camiseta del Athletic. Viva cerca o lejos de San Mamés, ése es su club. Si estás leyendo, te animo a dejar de lado por un momento la diatriba de la semana, o del mes, o del año. Olvídate de lo que hace Llorente. En vez de eso, piénsalo un segundo, y, si quieres, compártelo con nosotros: ¿qué es el Athletic Club en el siglo XXI? ¿Cuál es el modo de contar quiénes somos, qué hacemos, hoy?
Porque el mundo, a día de hoy, plantea interrogantes que podemos o no podemos ver: se habla de contenido, de narrativas y de storytelling, porque todo, absolutamente todo, es hoy una experiencia que como usuarios queremos y podemos contar.
Son cosas que pueden parecernos chorradas, pero eso no significa que no estén ahí. También un 95 por ciento de la gente que hoy está orgullosa de Puppy se opuso en su día al Guggenheim.
Hay que asumirlo.
No se puede culpar a los chavales de hoy por no escuchar a Guns’n’Roses. Su mundo es otro. En esto, como en todo lo demás, nos toca ir haciendo la transición, y eso va mucho más allá de si uno ya no se moja en San Mamés.
Por Iñigo García Ureta, gestor de contenidos 

@ContentedKind