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¡Quiérete un poquito más, Athletic!
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¡Quiérete un poquito más, Athletic!

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Kuitxi

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Estoy varado. Tocado. Indignado. Abatido. Hundido. Enfadado con el mundo, o sea, con el Athletic Club, es decir, conmigo mismo, o con 'ella', como si me hubiera dejado o me acabaran de dar la noticia de su muerte, que es la mía: varado, indignado, hundido, enfadado...

noqueado, mirando al techo de la habitación de la casa de los sueños con los ojos como platos. Hoy, por fin, he terminado de entender a mi compañero Jaime Ugarte cuando dice que el boxeador tumbado por un puñetazo brutal habita de seguido "la habitación del sueño". En ella estoy yo.
Media hora después de que el Depor-Athletic haya finalizado. Acabo de abrir los ojos y recuperar la conciencia. Se por qué estoy como me encuentro. Aún así, leo la vertiginosa crónica de Asís Martín por si el estado de estupefacción en el que me hallo fuera fruto de un mal sueño. Empate a dos goles. Necesito contrastar opiniones. No doy crédito. Repaso las notas que tome en mi bloc de anillas por si todo hubiera sido un engaño de mis sentidos. Es mi letra. Mala. Garabatos. Que no hacen sino corroborar lo que realmente ha sucedido en Riazor. Y me digo: NO PUEDE SER... NO PUEDE SER... ¡NO PUEDE SER!...
  No puede ser que en el mercadillo de la plaza nueva un rufián pretenda darme moneda falsa a cambio de las dos obras de arte que yo le he puesto sobre su mesa de mercader, de cambista gallego. Le digo que no hay comparación entre lo que yo le doy y él me ofrece. "O lo tomas o lo dejas", me dice. Aprieto los dientes. Cierro mis puños. Me trago la rabia... y me voy a casa con la misma sensación del que cree haber sido víctima del timo del 'tocomocho', de 'la estampita'. O, yéndonos  a ultramar, soy el nativo de 'La Española' al que le acaban de dar cristales y baratijas a cambio de su oro más puro.  Empate a dos goles entre Deportivo y Athletic Club. Más allá del partido en su máxima expresión. Dejando a un lado el juego más o menos vistoso de ambos equipos. Lo que me enerva hasta la furia ha sido, es, sigue siendo ese cambalache, ese chanchullo en el que se ha visto enredado el Athletic. Goles son amores. Qué gran verdad. Cuatro se han marcado en el mediodía a sol y sombra de la capital de A Coruña. Dos por bando. Pero hay maneras y maneras de marcar: ¡no puede ser que dos maravillas valgan al cambio las dos serias y preocupantes prevaricaciones de las que se han servido dos futbolistas del 'Depor' para igualar por dos veces la ventaja que iba obteniendo el Athletic!
  Quizás porque el 'Profe' Bonini se fue. Tal vez porque Marcelo Bielsa voló a Chile para asistir a su amigo en el último pase al más allá. Acaso porque el teatro de Old Trafford se metió en los sueños de Ziganda, De Marcos, en el mediodía de su reaparición, ocupaba la media punta aquella en la que, aparte de disfrutar como un gigante, tanto bien le reportaba al 'estilo' que Bielsa le había inculcado a los leones. Fue Bonini, si; fue Bielsa, también; fue el espíritu de Manchester el que anidaba en el alma de Óscar de Marcos cuando, al cuarto de hora del inicio, cabalgó el centro del campo luego de beneficiarse de un robo de Mikel Rico (soberbio).   Atisbo a Aduriz clavado en la cal del área grande. El 'Zorro' convirtió su espada en bota, toque sutil con la espuela para habilitar a un Susaeta que, oficiando de lo que es, el 'Estilete' de Jose Iragorri, ejecutó a Rubén: ¡GOL DE PAÑUELOS Y LAPICERO!... El primero: para secarse las lágrimas de la emoción; el segundo, para escribir una breve pero emotiva poesía.  El Athletic no supo valorar el encanto de su magia. No se quiere como un equipo de verdad debe hacerlo. Le falta autoestima. De lo contrario, no se entendería la dejadez, la desidia que, en el 34', le permitió a Adrián López igualar la contienda. Si fuera basket, donde las canastas fluctúan desde el uno hasta el tres, el Athletic iría por delante en el marcador. Pero en el fútbol, para desgracia de este Athletic tan desastroso a la hora de defender a su portero, todos los balones que sobrepasan la línea definitiva terminan subiendo al marcador de uno en uno.
  El tiempo vuela. Ya voló. Quedan los guarismos. Escrito esta, todos lo vimos, fue en el 59' cuando el Athletic volvió a hilvanar una jugada preciosa. Al borde del área, Raúl García, que había suplido a De Marcos, se inventó un pase tan sutil como majestuoso, maravillosa asistencia que le dejó a Iñaki Williams a solas con el portero. Si frente al Hertha la cosa iba de 'Conversaciones en la Catedral', en Riazor se trataba de leer el partido como si fueran los versos más sublimes de Rosalía de Castro: ¡Declamó de muerte el llamado a ser el "killer" del Athletic!...  Repare en el luminoso del estadio donde se estaba librando la batalla entre el más burdo grafitti y la más conmovedora poesía: 1-2. "Fútbol es futbol"..."El fútbol es así"... Así de cruel, porque es el 'que' lo que importa, lo único que importa, y no el 'como'. Por eso, cuando en el 69' un sublime disparo enroscado de Iturraspe se topó con la cruceta, anote de inmediato en el papel: "¡Que no lo tengamos que lamentar"!... Cuando en el 75' sucedió lo que, desgraciadamente, todos vimos, me sentí de alguna forma culpable, como si Nostradamus me hubiera forzado a profetizar en contra de mis intereses. Ahora, tras haber visualizado varias veces la hecatombe, descargo mi pecho de culpa para bramar contra una defensa que ni el abogado del diablo la defendería.  Un córner. Una prolongación. Y allí, en el segundo palo, Schar, el mismo central que se había encarado de malas maneras con Aduriz, no tuvo sino que machacar con saña para subir el segundo y definitivo empate al marcador. De la defensa se ha hablado. Bramidos. Los míos. ¿Qué manera de defender es esta que no se lleva a cabo ni al hombre ni en zona? ¿Por qué tantos defensas en el área pequeña... y marcando, vigilando, estorbando, inquietando al central del Depor, nadie, ninguno?...

Ovejas (que no leones)  haciendo rebaño  y bien apretaditas , como dándose calor dentro del redil, como encerradas en ese falso cuento que niega la llegada del lobo, y el lobo viene, siempre viene, leones poco leídos, ¿o será pecado tan grave como el de la prevaricación por delinquir a sabiendas de que delinquir es delito?...  Williams, buscando la enmienda, se encontró con la base del poste. Pero, reparen hasta dónde llega mi desconfianza hacia este equipo a la hora de defender el oro molido de la victoria, si Iñaki, habiendo marcado, hubiera subido el 2-3 al marcador, el Depor, más por desidia ajena que por voluntad y entendimiento propios, habría terminado empatando el partido.  No puede ser... No puede ser... No puede ser... ¡NO PUEDE SER QUE DOS GOLES TAN HERMOSOS TENGAN EL MISMO VALOR QUE OTROS DOS 'EN PROPIA PUERTA'!  Post-Scriptum: Si esta 'contracrónica' les ha resultado un 'burruño', no se ceben conmigo: es el Athletic, que pervierte mi discurso a la hora de escribir. ¡No puede ser! ¡No me jodas, Athletic!
¡Quiérete un poquito más!
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista y periodista

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