Para despedir San Mamés así, mejor sin público

De lo fétido de la vida saca almíbar la fruta y colores la flor". Frase de José Martí. Aquel [entre otros quehaceres] periodista cubano que cubriera el último combate entre dos boxeadores  con los puños desnudos. Athletic Club versus CD Leganés. Combate era en cuanto lucha. Púgiles por aquello de que competían. Sin guantes, en fin, excepto los que por reglamento 'calzaban' el 'leon' Unai Simón y el 'pepinero' Cuéllar.

Fruta y almíbar, flor y colores. Capaces de emerger entre un mar de estiércol. Generosa naturaleza. Quién pudiera. Quién. Elaborar un artículo bonito a los ojos de la persona que lee luego del horroroso, terrible, caótico partido en el que el Athletic ha dicho adiós a Europa amén de "quedan ustedes despedidos" a los 'señores' Beñat y San José.

Mejor, para lograr tal propósito, no entrar en harina, pasar como de puntillas. O ni siquiera pisar un terreno de juego que se reventaba en terrones nauseabundos. Y no había llovido, oiga. Como si las entrañas de San Mames se estuvieran reventando.

Iba todo como si no fuera. Ni con el local ni con el visitante. Puro trámite. Como si a la espera de nada. Hasta que en el 22', contraataque de 'liebre', Unai se cruza en 'La Vida de Bryan'. Se desploma el pepinero. Y aunque Yeray Álvarez estaba bien ubicado para labores de cobertura, el árbitro, encarándose con el portero rojiblanco, le dijo: "Simón, sobre tu ausencia empezará el Leganés a erigir la esperanza de su victoria". Saltó al campo Herrerín.

Ohian Sancet pagó el pato. A plazos. Descontando los minutos desde la grada. Con la mascarilla de rigor. El antifaz era cosa de 'Rulo', que venía de oficiar de 'Zorro' en una cueva costera de Levante. "Con 10 se juega peor". Y bien que lo sabía el 'Vasco Agirre'. Había preparado con mimo una pugna en igualdad y se encontraba de pronto con el triste poema de "Con un león de menos".

Lo que se temía sucedió. Ni yo soy para ti ni tú eres para mí. Para nadie era el partido. Den gracias los futbolistas del Athletic a que la afición no estaba presente. Los jugadores y, cómo no referirse a su figura, Gaizka Garitano, un entrenador que, luego de perder su equipo un componente, desaprovechó la oportunidad de dar una lección magistral de táctica en esa universidad del fútbol que le dicen 'Catedral'.

Gracias, sí, porque de haber estado la 'masa' a la espera del anteúltimo zarpazo de los leones hacia Europa, el retumbe de la bronca habría pugnado en afeamiento severo con la lluvia de almohadillas más copiosa que jamás cayera sobre el verde de aquel San Mames que no merecía haber sido derruido. ¿Hablamos de fútbol?...

¿De qué fútbol? "Yo no invento", dijo aquél, "sólo miro por detrás de lo que ya existe". ¿Y cuando uno mira y no ve nada? La nada no existe. ¿Qué era aquello, entonces? Un cuadro. Eso es. Una pintura grotesca. Al artista se le había torcido el pincel: ¿estabas borracho, o que? Y es que la falta de un elemento, tan sólo uno, por Dios, tan leve asimetría, había provocado tal temblor en su mano que el escenario a la vista de las cámaras fue degenerando hasta convertirse en un caos. Valle Inclán, por un lado; 'el Bosco', por el otro. Vaya par.

La miseria humana; un anticipo del infierno que nos espera. ¿Es esto fútbol? Bien. Si fútbol no es, ¿cómo negarle al que todo lo sufría y ahora cronifica que se defienda con las únicas armas de las que dispone?

Pobre Athletic. Triste Athletic. Irreconocible si es que un día consiguió ser alguien notable a los ojos de sí mismo. Porque, la pancarta así lo dice, "Athletic  GU gara". Y si el Athletic somos NOSOTROS, sea nuestra la impotencia. Esa incapacidad manifiesta de, tras la caída de uno, no ajustar el sistema hasta alcanzar un sólido 1-4-4-1.

Y ya desde él, olvidando al Sancet ausente, discutirle, hasta el robo, el balón a un Leganés que llegaba en precario "como implacable obrero que a un féretro de bronce clavetea". ¿Justificaba la expulsión de Unai Simón la debacle de una escuadra de 10 elementos? Y es que si así fuera, sobraría el reproche porque el bochorno vivido sería la cumplida respuesta a una pregunta de libro. Pero como con diez se puede jugar, y muy bien, por cierto, vayamos con palabras a degüello sin que ello conlleve hacer sangre del león caído.

Era la hora del entrenador. Se le paró el reloj. Y como ni de sol ni de arena tenía, y ni pedir tiempo podía, aunque tiempo muerto hubiera sido, San Mamés se convirtió en el patio de un colegio. Ay, si el de La Salle hubiera sido. Pero no era. Manu Sarabia no estaba para, con su fútbol de orfebrería, hacernos saber, una vez más, que 'las bicicletas [las suyas] son para el verano'.

Para este 16 de julio, nueve de la noche, horario unificado por aquello de que Athletic y Leganés se juegan algo. 'Jugarse algo'. 'Jugar a algo'. ¿A fútbol el Athletic? ¿Cómo? ¿Qué esgrimir con tan solo dos centrocampistas? ¿Cómo a aspirar a tener, a manejar y crear? ¿Cómo? ¡Cómo si Williams es delantero centro en la banda derecha! ¡Si Sancet es media punta! ¡Si Rulo oficia de ariete! ¿Cómo, en fin, así que se peine de rastafari, caberle a Garitano en la cabeza que Muniain es 'nuestro Messi' dirigiendo a un equipo sobrado de talento?

La virtud está en el medio. Ya se dijo. Así que, hasta que este Athletic no acumule cuatro, y hasta cinco, centrocampistas en su once de inicio, bochornos como este último, el del cierre, se seguirán produciendo. Y es que, basta que el rival de turno, de pronto, tenga el capricho de hacer suyo el pelotón, para que el verde de San Mamés se reviente en terrones. Fétido terreno de juego. Aquí el portero. Ahí los laterales. Un vacío existencial en el centro del campo. 'Rulo', Villalibre, Kodro, y hasta Unai Núñez. Arietes por doquier. Troya, empero, no caerá hasta que Gaizka Garitano no disponga y sepa utilizar ese 'caballo' que de elegante que es diríase que se desliza  por el campo como si tuviera ruedas.  

Ya pasó todo. ¡Ya pasó! ¡Pero qué amargo era el cáliz que el 'Athletic de Garitano' nos tenía reservado para  la 'última cena'!