El solsticio de verano de Unai López

Todo comenzó con el desconocido, pero bien o mal llamado, 'paciente cero' derivado de seguido a la envenenada 'mordida del vampiro de Wuham'. En China tuvo lugar la 'fechoría'. A finales de 2019. Ajenos todos a ella. El cronista era un montañero subiendo y bajando las grandes alturas de la Horconera. Un viajero en evidente retroceso a su infancia merced a la magia de tres reyes orientales  que lo dejan extasiado al desfilar junto al castillo que, cimientos de pura roca, ilumina Zuheros, un pueblo de cuento que nació y creciendo fue debajo de las aguas del río Betis.

Betis se ha dicho. No, Guadalquivir. Roma y sus ansias mucho antes que el imperio nazarí. Real Betis Balompié. El 'Betis de Joaquín' nos viene a cuento. El Betis, también, del ilustre jarrillero Eusebio Ríos. El Real Betis de Roberto, central vasco con el que el avispado Lopera hizo negocio y de ello se jactaba. El que por el genial Jose Iragorri fuera bautizado como "Roberto Ríos 2000".

Dos mil millones de las antiguas pesetas tuvo que soltar el Club de Ibaigane para reforzar sus filas y, de paso, hacer propaganda de una villa que moderna crecía a ambos lados de la Ría del Nervión.

"Por el río Nervión / subía una Gabarra / rumba / la rumba / la run". ¡Qué lejos aquella Gabarra festejando las dos ligas y una copa de aquel soberbio Athletic que de su chistera sacara un 'rubio de Barakaldo' llamado Javier Clemente!...

Enero de 2020. El viajero, en Zuheros. Apurando el último sorbo de aceite. 'Chispadito' se necesitaba a sí mismo para recibir en eliminatoria de Copa al Betis de Rubí. Para, al final de aquel mágico partido, perdida su irremediable timidez, fundirse en abrazo nocturno con Eusebio Ríos, el hijo del patriarca que, junto a su familia, honraba el palco de honor de La Florida con su querida presencia.

En Marzo se paró el reloj del mundo. El cronómetro del fútbol se detuvo. En el aire, flotando, una final a la espera. Herencia gravosa que se vio obligado a asumir Marcelino García Toral, sucesor de Gaizka Garitano en el 'trono' del Athletic Club. Real Sociedad. FC Barcelona.

Borrachera de copas con una resaca de cuidado. Atrás, muy lejos, quedaba la Supercopa. Como Miribilla sin afición. Se fue diluyendo, también, el 'efecto Marcelino'. Hasta el punto de asumir como cosa buena el final de un curso en el que en ningún momento nadie se las prometió felices.

Eurocopa 2020. Regreso al futuro. Goteo incesante en el vaso de la saturación. "Unai Simón", le dijo Luis Enrique al portero del Athletic, "sobre la piedra que tú eres edificaré mi selección". "Esa cosa", que dijera un día Markel Susaeta. 'Esa cosa' a la que Iñigo Martínez renunció como prescrito por el médico que todos llevamos dentro.

Fútbol en exceso. Aburre hasta el agotamiento. Germen del desapego. La nostalgia al caer en la cuenta de que el futbolista no puede jugar dos veces ni el mismo campo ni en el mismo equipo, ni en la misma época. No todo es Ibai Gómez en la historia del balompié. Cielo nublado. Y hasta llueve. Verano gris.

El Giro de Bernal ya había sido. Irrumpe el Tour. Una carrera sin trama ni misterio. Obsceno resulta comparar los 'esprines' de Cavendish con las gestas de Eddy Merckx. Tadej Pogacar no tiene quien le siga. Sin rival. Y sin embargo. Final de etapa en lo alto del puerto de más acusada pendiente. Un hachazo. Dos. Tres. Cruza la meta dejando tras de sí un 'reguero de sesos'.

¿Y el Athletic? Vuelve al trabajo, luego existe...

Había vida, pues, más allá del fútbol. Marcelino, cual capataz al mando de sus 'temporeros'. Se queja de un excedente que denuncia. Lista. Lastre. Nada era oficial cuando a Unai López lo señalaban con los dedos desde todos los costados. Ante Herodes. En el balcón de Poncio Pilatos. "De qué se le acusa". "Te vimos muchas veces en compañía de este Unai López que ahora repudias". Calla Marcelino. Porque ni siquiera puede agarrarse a las gallinas que entran por las que salen.

De fuera le trajeron a un jugador de 'Segunda' [B]. Futbolista que resulta después de tanto. Vacaciones en en el mar. Giro. Eurocopa. Tour. 'Pogacharroman'. París bien vale un hombre de Zubieta que a Lezama llega gratis. Difícil de entender resulta que Marcelino como a un apestado trate a un medio centro que tantas veces fue de la partida a su mando.

Descabeza el centro del campo. Decapita a un joven canterano que aún tiene contrato. Cuando era la cabeza de Dani García, y la de Vesga, ¡cuando esas dos cabezas eran las que en las redes sociales la afición pedía! Marcelino, ¡dios!, 'Saturno de Careñes' devorando a uno de sus hijos!

El cronista ama la vida, nunca la muerte. Que Lezama siga siendo para Dani García, Mikel Vesga, Vencedor y Unai López. Y es que si el guipuzcoano se va, vaya usted a saber por qué razones, y Marcelino, al finalizar el curso, le siguiera, el Athletic habría perdido a uno de los sillares mejor pulidos de la cantera de Lezama.

A no ser, dígase entonces, que Unai López porte en su fútbol el serio contagio de la 'Variante X2'. Esa que fuera empata o gana; la que en San Mames "ni un minuto lo veréis". En cambio, paradoja al canto, carga en ligera cesión con el 'mago' Vicente que no era, ni es, ni será jamás de su agrado.

De fútbol se sigue hablando. Cuando lo que en verdad interesaba eran los JJOO de Tokyo hasta que explotó el adiós de Leo Messi. El mayor espectáculo del mundo. Esos que acogen el 'deporte rey'. El Atletismo. Ya sin Usain Bolt. Pero con la 'Escuela jamaicana de velocistas' formando atletas como en troquel. 2024. Los Juegos de París bien valen la espera de tres años. Poco faltaba, en cambio, para el estreno liguero del Athletic en el Martínez Valero.

Poco fútbol he visto. Nada sé del efecto, ya de inicio, que se vivirá en una Catedral con fieles repartidos, uno aquí, otro allá. Ante mis ojos ha desfilado un Athletic veloz. Muy en forma. Acaso demasiado aunque a ratos no lo pareciese en el Martínez Valero. LaLiga Santander ha comenzado, y los jugadores, como tiros. Pegado en la cabeza de un león, una diana. Unai López, señalado. A la espera del disparo. Por parte del cazador. Esa persona vacía. La que no hace distinción entre el amor y la muerte.