El lado oscuro del Athletic

Tras el Athletic Club vs FC Barcelona, Marcelino le pidió a su equipo que, en adelante, así el juego como el rendimiento no se alejaran de la estupenda imagen exhibida en el regreso de la afición zurigorri a San Mamés con LaLiga Santander. El cronista, por su parte, yendo más lejos, exigente hasta el extremo, le instó al técnico asturiano a que, posada su mano derecha sobre el libro de estilo de Lezama, "Puedo prometer y prometo que seremos un equipo fiel a este fútbol de alta escuela".

Pero como ningún equipo juega dos veces en el mismo campo, ni contra el mismo equipo, es decir, como no es posible jugar dos veces el mismo partido, era de esperar que el duelo a librar frente al Celta de Vigo en Balaidos fuera harina de otro costal. Una batalla en toda regla. Feroz. Incluso, cruenta. El 'Chacho' Coudet y su manera de entender el fútbol.

La propuesta celeste, ya de salida, pareció sorprender al Athletic, como si García Toral no se esperara la deriva de su rival con respecto a la pasada temporada. Se sabía de la fluidez y velocidad en el juego combinatorio. Del ritmo. De la intensidad. De su pasmosa facilidad para alcanzar el área rival. De la dependencia de Iago Aspas a la hora de la magia y el desequilibrio.
Lo que dejó al Athletic privado de balón, desvalido, fuera del partido, casi a merced, fue lo que uno sintió como la 'mordida' celeste. Su afán, desmesurado. Su ansia, ilimitada. Su agresividad, al limite, y luego más.

Ante una propuesta donde la 'física' era prioritaria y primordial, y secundaria, la química, el Athletic, si pretendía equilibrar la tendencia del duelo, debería atemperar el ímpetu del Celta con su misma medicina. Si me propones guerra, guerra tendrás. No la rehuyo. No te tengo miedo. Preparado vengo para el enfrentamiento. Para la lucha cuerpo a cuerpo. Si así lo hubiera ordenado Marcelino.

Si el técnico de Careñes hubiera entendido que el choque no era de lágrima y pañuelo, sino de machete en mano, el rectángulo de juego se habría convertido en una batalla feroz entre 'Celtas' y 'Vascones'.

No lo creyó oportuno el entrenador del Athletic. Que, ante la fogosidad extrema de su rival, ante su intentona acelerada, optó por esa propuesta aseada tan suya del 'vísteme despacio que tengo prisa'. Calma, pues. Fidelidad al credo inicial que fue rezado en la Catedral. Posesión. Manejo de la pelota. Transiciones colectivas. Llegar al área rival. Pensar en su borde. Imaginar antes de entrar. O fiarlo todo a la intuición, esa tremenda virtud de los futbolistas que se diferencian del resto.

Se intentó. Pero todo era naufragio. Intimidado por el aliento en la nuca de los jugadores celestes, el Athletic era incapaz de asociarse más allá de los tres pases con sentido. El Celta, superior en la posesión, se sentía cómodo en medio de la fealdad y la aspereza.

Mientras, el Athletic, al garete. Huérfano de balón ante la inoperancia, la falta de oficio y la calidad en el manejo de su doble medio centro. Sin un esférico que mimar. Sin una posesión con la que enviar al Celta a la 'habitación del sueño', el equipo se veía obligado a recular hasta el borde de su área grande. Una vez allí, se juntaba por dentro. Cerraba la frontal. Con tal densidad de futbolistas que se quedaba sin gente para tapar las bandas.

Como si se las ofreciera adrede a las acometidas rivales. Como si supiera que ante tantos centros al área, otros tantos despejes de cabeza y rechazos de volea que colocaban la pelota en la casilla de partida. Dani Vivian, y, sobre todo, Iñigo Martínez, contundentes y seguros 'zagueros' devolviendo pelotas cual en un estelar de parejas en el precioso frontón 'Bizkaia'.

Superada la media hora, Sancet buscó hasta encontrar el esplendor que se escondía bajo la hierba. Le disputó la posesión a Aidoo en tres cuartos de campo. Lucha. Y así como en el Basket es ahora ley, la pelota fue posesión para el más avispado. Hay que ver la tremenda progresión del media punta navarro. Poderoso. Imperial. Acompasado con su compañero de ataque, abrió el balón a la derecha. Iñaki Williams llevó a cabo eso que se le reclama. Fusiló a Dituro.

Sin miramientos. Sin 'juicio previo'. De manera sumarísima. "Aún dicen que el pescado es caro". Este gol suyo, el segundo del equipo en tres partidos, le terminaría dando la primera victoria del curso a los 'leones de Marcelino'. Un gol que fue capaz de soportar un segundo acto tácticamente desastroso.

En el que, cierto es, el Athletic estuvo tan cerca del segundo tanto como lejos del empate el Celta. Mientras Marcelino 'jugaba' con los cambios hasta agotarlos.

Agotado se retiró en las postrimerías Dani García ["Todos los equipos necesitan un jugador como yo" / luego me sé titular]. Vencedor, que no termina de 'entender' el 'regalo' que supone ser titular en el Athletic, había dejado el campo sin dejar en el campo huella. Vesga ya casi no cuenta. Zarraga juega sus primeros minutos en la élite.

Con tanto como esto, el cronista reclama su derecho a no entender, o a entender que no son 'cuestiones deportivas' las que le han llevado a Marcelino [¿o al Athletic?] a deshacerse de Unai López. Un medio centro que, en su sazón de madurez, reúne en su figura cualidades y virtudes futbolísticas de las que no participan aquellos que juegan de inicio, de 'prestado' o saltan desde la banda.

De la banda de Balaidos, por ejemplo. Estadio en el que se libró una 'batalla de fútbol'. La que el Celta de Eduardo Germán Coudet le declaró al Athletic de Marcelino. Coudet. El 'Chacho'. "Fular en tiempos revueltos".