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Este lunes se cumplen diez años del primer día de Diego Simeone como entrenador del Atlético de Madrid. Un 27 de diciembre de 2011 que pasará a la historia colchonera como la jornada en la que se confirmó una de las mejores decisiones de su historia. La llegada del Cholo al banquillo rojiblanco cambió la historia de la entidad, estabilizó al Atlético en la élite, sin altibajos tradicionales, y diez años después luce la etiqueta de grande de Europa.
Ocho títulos adornan todo ello: dos Ligas, dos Europa Leagues, una Copa del Rey (en el Santiago Bernabéu ante el Real Madrid), dos Supercopas de Europa y otra de España. Pero quien piense que Simeone ya ha hecho todo en el Atlético se equivoca. Como no puede ser de otra forma, en este decenio ha habido decepciones, especialmente las dos Champions perdidas de manera cruel ante el eterno rival.
Ahí precisamente radica el estímulo que impulsa a Simeone y al Atlético a no ver el final de este matrimonio tan fructífero. Ganar la Champions es la gran ilusión, el motor que sigue alimentando de energía al Cholo incluso en las épocas de resultados no tan positivos, como la actual. Es su espina clavada, y la intención del entrenador argentino es la de no marcharse del club de su vida hasta que no la consiga.