El Unicaja no tuvo mucho tiempo para meditar con la almohada acerca de la derrota ante el Olympiacos. Alrededor de las cinco de la mañana, hora ateniense, tocó diana en el hotel de concentración malagueño para coger un avión a las 7:00 en el Eleftherios Venizelos con destino a París. Allí hizo escala la expedición antes de llegar a Málaga a las 16:00. Tras el madrugón y en vista del precario estado físico de algunos jugadores, el plan pasaba por descansar. Pero no, el técnico decidió que lo mejor era analizar los errores sobre la cancha y por ello decretó una sesión light, de tiro y estiramientos y un poco de charla para recordar los deberes antes de un partido importante como el del domingo, en el que el equipo malagueño tiene en Manresa un reto de alto nivel, no tanto por el rival que hay enfrente como por la trascendencia del resultado. La Copa podría peligrar.