Málaga es baloncesto, así que respeto. Y el Carpena es tierra santa y quien quiera pasar tiene que hacerlo confesado. Que el Barcelona llegaba para liquidar la serie con su flamante 2-0, esculpido en dos lápidas que ponían 91-60 y 91-70. Pero en el templo malacitano las cuentas se ajustan de otra manera. Porque es tierra santa e infierno a la vez. 89-84 tras una prórroga que no fue sufrimiento sino disfrute, que lo único que provoca es que se crezca aún más y le entren ansias pensando en que llegue ya el viernes.
Necesitaba el Unicaja una victoria así, porque su temporada mayúscula estaba quedando en una broma de mal gusto y la impotencia se transmitía a un entorno lleno de dudas y desazón. Ahora, igual que hace un año contra el Madrid, Málaga no quiere pensar que está ante su techo. Su objetivo ahora es volver a Barcelona, al Palau.
Cuando el Carpena ruge de la manera en que lo hizo en los prolegómenos del partido y durante el primer cuarto, el baloncesto es lo segundo más importante. Insufla una energía a los jugadores del Unicaja al mismo tiempo que atenaza al rival. Por eso la película que se vio nada tuvo que ver con el Palau.
El Barcelona seguía siendo mejor que el Unicaja, con una rotación de jugadores envidiable. Pero las fuerzas se igualaron. Los de Plaza hicieron un baloncesto de alto nivel competitivo, defendió con uñas y dientes y buscó las cosquillas al Barça. El ímpetu a veces provoca desajustes y el equipo de Pascual eso suele aprovecharlo. Pero para irse cuatro arriba (llegó a ir nueve abajo, 12-3) tras los primeros diez minutos tuvo que anotar cuatro triples y dos contras de Satoransky finalizadas en mate. 20-24.
Pero el plan no varió. Ni siquiera se miraba al marcador, porque el partido no daba tregua. Sólo un parón absurdo para que la tecnología confirmase lo que todo el mundo vio como triple de Vasileiadis (27-29). En luga de enfriar ánimos, el Unicaja defendió desde el saque de fondo y recuperó la posesión tras impedir al Barcelona pasar de medio campo. Empató Germán el partido 29-29 y el resto del parcial fue por detrás en el marcador. Pero el traje le sentaba bien a los verdes, mientras que Pascual y los suyos no terminaban de anotar con comodidad. Y así fue como se llegó al descanso, robando el último balón a un Barcelona al que se le agotaba la posesión. Empate parcial, distancia de cuatro, pero un corazón como el Carpena de grande pidiendo guerra (38-42).
Nada más volver del vestuario, el Unicaja igualó el partido (42-42, 44-44), pero empezó a sufrir ese mal de altura que suele padecer en los terceros cuartos. Los árbitros señalaron flopping a Germán. Huertas anotó el tiro libre (47-56), más nueve y posesión. Olía a ruptura. Pero de no anotar esa canasta a un triple forzadísimo de Kuzminskas más otros dos de Toolson ajustaron el tanteador (56-58). Una canasta de Huertas provocó un nuevo empate parcial a 18 (56-60).
Quedaba un cuarto por jugar y sólo había un camino: ganar el cuarto. Plaza manejó esta vez sí tantos recursos como pudo y supo. Tiró de Germán y Fran y estos cocinaron una ventaja (61-60) que desde el principio del partido no se daba. Un triple y un mate que encendieron al Carpena más todavía. Pero era la defensa espartana del Unicaja lo que el Barcelona no podía superar. Estuvo más de cuatro minutos sin anotar una canasta de campo (fue de Thomas y además discutible en su origen). Todo lo que hacían era ir a la línea de personal gracias a las 'faltitas' que pitaban los árbitros.
A Fran, sin ir más lejos, lo terminaron sacando de quicio. Falta y técnica. Pero Doellman, sordo por culpa del Carpena, falló. Y también el ataque siguiente, contestado con un triple de Markovic (68-6) y luego uno de Green (71-68). Y seguían y seguían llegando puntos del protegidísimo Tomic y Satoransky desde la línea de personal. Por culpa de ello Unicaja pudo perder el duelo, con un airball de Green y 19 segundos para un Barcelona que sin sus tiros libres no sabía anotar.
Era la antesala de lo épico, un triunfo que será recordado pase lo que pase en la semifinal. Con un Suárez magistral, Plaza sabiendo jugar con quintetos pequeños, con dos bases, con un momento on fire de Will Thomas, que sumó cinco puntos seguidos y llevó al cielo al Carpena con un tapón (83-77) que terminó con canasta de Markovic a la contra (85-77) y el Unicaja administró bien su ventaja ante los azulgranas, totalmente planos.
La próxima cita, decíamos será el viernes, también a vida o muerte. Y con un Carpena mucho más excitado que esta vez, se sumará más gente, subirán los decibelios. No se lo pierdan.