El Unicaja perdió con el Valencia y apenas tuvo opciones de otra cosa (59-88). Duró la resistencia lo que tardaron los árbitros en hacer de las suyas. Pero el equipo tiene que ser más maduro mentalmente, no puede dimitir por mucho que te piten dos técnicas y siete faltas en tres minutos. La realidad de los números es que este Unicaja no se clasificó para la Copa, dio pena en el Top-16 y cae por 2-0 en cuartos contra un rival que no es ni Madrid ni Barcelona. La palabra fracaso no debe extrañar en el balance.
No arrancó bien el Unicaja, que se topó con un Valencia con ganas de finiquitar la eliminatoria por las bravas. Siempre por detrás en el tanteador salvo en el principio, cuando Nedovic puso el 3-3, a los de Plaza les faltó acierto, sobre todo tras el rebote ofensivo. Hubo mucho desperdicio de canastas fáciles y de algún tiro libre que otro. Y los taronja encima anduvieron finos en el triple. Kuzminskas, con un canastón en jugada personal, permitió irse por debajo de diez (12-20).
Con esa inercia prolongó la racha para abrir el segundo cuarto con un 9-0 de parcial que concedió la primera ventaja (21-20). El Unicaja había tenido más de cuatro minutos sin anotar al Valencia, pero los árbitros ayudaron a despertar a los naranjas (0-10 para un 21-30). Con una tímida reacción el equipo verde logró volver a reducir la ventaja rival (29-34), pero los porcentajes del Unicaja eran paupérrimos y así el único camino era la derrota, a pesar de la magnífica defensa.
Lo que nadie esperaba era el tercer cuarto, en el que le endosaron 33 puntos al Unicaja. ¿Defendió mal? No, es que le cayeron dos técnicas y le señalaron faltas y más faltas, dejando que el Valencia se fuese despegando desde el tiro libre. Encima, en la otra canasta a cada jugador cajista había que pegarle prácticamente tres veces para que pitasen algo. Porque el Unicaja anotó 21 puntos, que no es poco ante Valencia.
Con 50-67 no había muchas esperanzas en levantar el partido. El Unicaja, cortocircuitado por los árbitros, se salió casi en bloque de la pista. Apenas quedaban las ganas infinitas de Nedovic de ganar. 57-81 a falta de cuatro minutos para el final del choque y el Carpena empezó a vaciarse. La temporada acababa y tocaba hacer autocrítica de la buena, de la constructiva. Porque el Unicaja está donde merece, ni más ni menos.