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El Unicaja roza la épica y manda una advertencia al Barça

Carter penetra a canasta. (Foto: EFE)
Alberto Fuentes

El Unicaja demostró en el Palau todo lo que es capaz de competir cuando parece noqueado. Acabó perdiendo por 84-81, por lo que empieza con mal pie, es un hecho. Llegó tarde la reacción después de una mala primera parte, también lo es. Llegó a marcharse al descanso cayendo de 15 puntos, una puesta en escena bastante pobre. Pero a tres segundos del final tuvo una posesión para empatar el partido y forzar la prórroga. Es la resiliencia. Es la capacidad de este equipo para resurgir en cualquier escenario. O lo matas del todo o matará, aunque sea muriendo.

Así, llegó con la plantilla al completo y como el que no tiene nada que perder y mucho que ganar. La presión, para el local, un Barça como lógico favorito en la teoría y que demostró serlo en la práctica en los primeros minutos de juego. También en el segundo cuarto. Se luchó contra un equipazo, contra un arbitraje que dejó mucho que desear y contra sí mismo.

Aun así, los de Ibon Navarro compitieron, por poner en contexto, con un Kendrick Perry que se marchó eliminado por cinco faltas restando un par de minutos y habiendo anotado dos míseros puntos. Un ejemplo más de que el Unicaja no tiene jugadores franquicia, ni tampoco dependencia de ninguno en particular. Cuando no es Perry, pues será el prójimo, como lo fue este miércoles Yankuba Sima (19 puntos, 5 rebotes, 24 de valoración) en su mejor actuación con la camiseta verde y morada, en esta ocasión blanca. Melvin Ejim, con 14 puntos y 8 rebotrs, fue el segundo mejor en números. Para que el lector vea la variedad de esta plantilla, capaz de hacer brillar también a sus jugadores de pintura.

Seis de 31 en triples, pérdidas que no pueden permitirse, tramos valle, mala selección de tiro... fueron la cara 'B', que pesó un poco más que la 'A': el dominio del rebote, siempre un factor fundamental si se quiere tumbar al gigante Barça. Les dieron un repaso en ese sentido: 25 a 45. Es una estadística que, si se mantiene o acerca, dará muchas opciones de victoria. Hasta Kalinoski se hinchó de coger rechaces (¡6!), una de las miles de cosas que sabe hacer bien, más allá de lanzar de tres.

El Unicaja volverá a citarse con la banda de Jasikevicius el viernes en suelo catalán. Si se da un triunfo, el Carpena acogerá los dos próximos duelos y ahí el cuadro malagueño va como un cohete. Lección dada al Barça: si quiere jugar otra final de Liga ACB deberá ir a muerte hasta el final, porque el Unicaja es capaz de zambullirte al nerviosismo, a la inseguridad, al resbalón inoportuno. Un gen competitivo que le ha llevado de nuevo a su estatus de grande del baloncesto español. Y lo mejor es que quiere un poco más. Mucho más.

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