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Alaphilippe ya no es un adorno

Luis Miguel Pascual

Tourmalet (Francia), 20 jul .- Ya nadie se atreve a ponerle fecha de caducidad al maillot amarillo de Julien Alaphilippe. El explosivo "clasicómano" francés ya no es un líder de circunstancias, un adorno destinado a animar a los franceses hasta que la carrera dejara de disparar con etapas de fogueo.

El galo ha superado con nota los dos primeros grandes test de esta edición: ganó la contrarreloj de Pau y fue segundo en la cima del Tourmalet, dos gestas destinadas a quienes optan a subir al escalón más alto del podium de París.

Nunca antes se le había visto inmiscuido en la parte alta de la general de una vuelta de tres semanas a estas alturas de la competición, a punto para entrar en la semana definitiva.

A sus 27 años, Alaphilippe llegó como un líder de circunstancias, perdió el amarillo centenario durante dos etapas, pero tiró de genio para recuperarlo en Saint-Etienne y cuando este domingo lo luzca por décima vez en la última jornada pirenaica ya nadie le mirará como antes.

Su director, el belga Patrick Lefevere, aseguraba que le gustaría que defendiera el liderato diez jornadas, como en su día hizo otro francés, Thomas Voeckler, folclórico amarillo durante diez días en 2004 y uno de los ciclistas más populares en su país.

Ese juego ha acabado. Los pretendientes a la general han dejado de considerar a Alaphilippe como un fruto que acabará cayendo del árbol por su propio peso y ahora todo el mundo considera que tras sus declaraciones llenas de modestia se esconde un objetivo más excelso.

Al ciclista le cuesta cada día más ocultar sus ambiciones. "Cuanto más nos acerquemos a París, más se planteará la cuestión de si puedo ganar el Tour", afirmaba en la meta del Tourmalet que cruzó sólo por detrás de su compatriota Thibaut Pinot.

Alaphilippe llegó con la moral alta, tras las dos etapas logradas en la pasada edición. La tercera etapa, con final en la cota de Épernay y todavía con pocas diferencias en la general, le dejaban la opción de vestirse de amarillo, una oportunidad que no dejó escapar.

Con un equipo poco consistente en la montaña y escudado tras el joven español Enric Mas, segundo en la pasada Vuelta, el francés se limitó a pasear el maillot amarillo como quien presume de un coche prestado.

Ni siquiera muestra su ambición por el podium de París cuando le recuerdan que su preparación ha cambiado, que acudió a principios de año a Colombia a acostumbrarse a la altitud, su punto débil.

Quienes le siguen aseguran que es un ciclista más maduro, menos fogoso y con una solidez que, si el organismo le responde, puede convertirle en la sorpresa del Tour.

Los franceses, que desde 1985 esperan un sustituto de Bernard Hinault en el escalón más alto del podium de París, se frotan las manos.

"Voy a pelear cada día por mantener el maillot amarillo. Por ahora estoy peleando conmigo mismo y con mis límites", asegura el ciclista del Deceuninck.

Sus rivales ya no le creen. El británico Geraint Thomas ya le ha señalado como su gran rival. Fue el único que le batió en la contrarreloj de Pau y en el Tourmalet le arrancó más de 40 segundos suplementarios, lo que le otorga más de 2 minutos para afrontar la recta final.

El holandés Steven Kruijswijk es tercero a 2.14 y el colombiano Egan Bernal cuarto a 3 minutos.

En un Tour donde ninguno de los favoritos parece en medida de controlar la carrera con mano de hierro, la candidatura de Alaphilippe gana más peso.

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