La situación en el sector del motor no es nada fácil. Las marcas se están viendo condicionadas por muchos factores que limitan su margen de maniobra y les obligan a renunciar a modelos de su gama que en su momento han sido claves en su estrategia.
Por un lado tenemos las normativas anticontaminación. Estas están obligando a las marcas a implementar sistemas de electrificación y a apostar ya por sus primeros coches eléctricos si no quieren quedarse a la cola en la transición hacia la movilidad sostenible. Nuevas estrategias que conllevan más inversión. Y ello deriva en subidas de precios y en menos margen de beneficio.
Por otro lado tenemos los problemas de suministro. La escasez de microchips y semiconductores está limitando los movimientos a los fabricantes, obligados a retrasar entregas y a arriesgarse a perder clientes por estas demoras.
Pero eso no es todo. La crisis energética se suma a esta tormenta perfecta, elevando los precios del transporte de mercancías y del uso de energías en las plantas de producción.
El Opel Insignia y el Ford Mondeo, víctimas del nuevo paradigma en el sector del automóvil
Todo ello está provocando que las marcas decidan reducir su oferta y centrar sus esfuerzos en los modelos más rentables. El resultado es la desaparición de muchos modelos que en su momento fueron clave pero que ahora ya no generan las ventas de antaño. Es el caso de berlinas como el Opel Insignia o el Ford Mondeo. Ambos modelos han sido sentenciados y, salvo que las respectivas marcas decidan resucitarlos en forma de coches eléctricos, están condenados a desaparecer para siempre.
De hecho, muchas marcas intentan mantener sus berlinas más icónicas, pero se han visto obligadas a reducir la gama a un mínimo de versiones o apostar solo por las variantes familiares. Es lo que ha ocurrido con el Volkswagen Passat, cuya futura generación solo contará con la versión Variant.