Se supone que los coches eléctricos son el futuro, pero en España todavía se vende un 60% de coches que no incluyen ningún sistema de electrificación. ¿Por qué? Lo primero, porque son caros: pese a honrosas excepciones como el MG4, que se queda con ayudas en menos de 20.000 euros, los coches eléctricos son sensiblemente más caros que sus equivalentes de combustión. Además, hay una serie de factores que todavía hacen que el conductor medio español se fie sólo lo justo de estos vehículos, a los que se asocian una serie de problemas. Los repasamos.
La red española de puntos de recarga todavía es insuficiente y está lejos de igualar la capilaridad de la red de gasolineras. Además, el tiempo de recarga supera en la mayoría de vehículos la media hora. Llenar un depósito es algo que se hace en menos de diez minutos y eso, cuando toca acometer viajes largos como en verano, es un problema, ya que no siempre hay cargadores disponibles. En pueblos de interior o de costa, suele haber pocos y estos meses están muy solicitados.
A la batería de un coche eléctrico le pasa lo mismo que a la batería de un móvil: su capacidad de recarga disminuye con el tiempo hasta que llega un momento en el que queda inutilizada prácticamente. En un dispositivo que vale lo que un móvil se puede asumir el problema, pero un coche que cuesta más de 35.000 euros es difícil. Renovar la batería tampoco es nada barato: cuesta más de 10.000 euros.
Encontrarse con gasolineras sin combustible es extraño, pero tener la mala suerte de que el punto de recarga más cercano a tu lugar de veraneo esté fuera de servicio es desgraciadamente más frecuente.
Un viaje largo con un coche eléctrico obliga a una planificación concienzuda de las paradas y recargas. Con un coche con motor térmico, todo es más fácil. Incluso, si te quedas sin combustible, puedes buscar una solución de emergencia con rapidez. En el caso de un coche eléctrico que ha agotado su batería el remolcado es la única solución.