A pesar de la presión de las instituciones por acelerar la transición hacia la electrificación en el sector del motor, son muchos los conductores que todavía son reticentes a la compra de un coche eléctrico. Los motivos son varios: las bajas autonomías, las precarias infraestructuras de puntos de carga o la incertidumbre en si la electrificación será la tecnología que se consolidará. Aunque por encima de todo ello hay otro inconveniente notable: los precios.
El precio es uno de los grandes factores limitantes para millones de conductores decididos a dar el salto a la movilidad eléctrica. El proceso de equiparación con los modelos de combustión está siendo más lento de lo esperado. Y aunque es cierto que producir un coche eléctrico es cada vez más caro, también lo es que las marcas están consiguiendo aumentar sus márgenes de beneficio. Una buena noticia que se espera que derive en precios más asequibles a medio plazo.
Así lo indica un estudio publicado por el ICCT (International Council on Clean Transportation). Según el informe resultante, la igualdad de precios entre coches térmicos y eléctricos se alcanzará a finales de la presente década. Esto es gracias a que el precio de las materias primas necesarias para fabricar las baterías de coches eléctricos irá disminuyendo con el paso del tiempo.
Este fenómeno será gracias a las sinergias creadas entre los fabricantes para aumentar la extracción de materiales como el litio, el níquel, el manganeso y el grafito. Y ya se sabe, a mayor oferta, precios más bajos.
Asimismo, dicho estudio refleja que actualmente el precio por kWh de batería se sitúa en una media de 122 dólares. Las estimaciones apuntan a que en 2027 el precio caerá hasta los 97 dólares por kWh, reduciéndose hasta los 67 dólares de media por kWh en 2032.
En todo caso, está por ver si las tecnologías actuales son las que se acaban consolidando, o si son las baterías de sodio, las baterías de estado sólido o el hidrógeno las que toman la delantera.