El Audi Q3 se ha consolidado como una de las opciones más deseadas entre los SUV premium compactos. Su imagen elegante, el refinamiento en el habitáculo y el buen comportamiento dinámico lo colocan en una posición destacada frente a sus rivales. Sin embargo, hay una cuestión que cada vez más compradores se plantean al mirarlo con lupa: su precio realista dista mucho del anunciado.
En su versión más accesible, el Q3 35 TDI, Audi parte de una tarifa de 45.640 euros (o 43.053 euros si se financia). El motor es un 2.0 TDI de 150 CV con cambio manual y tracción delantera, un conjunto funcional pero lejos de lo que se espera en un SUV premium de este nivel. Acelera de 0 a 100 km/h en 9,4 segundos, una cifra correcta, pero no brillante. ¿El problema? Que este precio apenas incluye lo justo.
Aunque la dotación básica ofrece faros LED, cuadro digital, pantalla táctil de 8,8 pulgadas, climatizador bizona y asistentes como el Audi Pre Sense, pronto se evidencia que la mayoría de los elementos deseables son opcionales. Y aquí es donde la factura empieza a crecer sin control.
Quien quiera un Q3 más equipado o más potente se enfrenta a un sobrecoste elevado. Opciones como el techo panorámico, asientos eléctricos con memoria, sistema de sonido avanzado o una pantalla de mayor tamaño implican desembolsos que fácilmente empujan el precio por encima de los 55.000 euros.
Además, si se busca un modelo con mayor rendimiento, tracción quattro o alguna forma de electrificación, como versiones microhíbridas o enchufables, la inversión sube otro escalón.
Y en ese punto, el Audi Q3 entra en un territorio donde compite directamente con propuestas como el BMW X1 o el Mercedes-Benz GLA, que en muchos casos ofrecen mejor relación entre precio, tecnología y prestaciones. El resultado es claro: el gran problema del Q3 no es su calidad, sino cómo se paga por ella.