Dragi Gudelj sufrió un paro cardiaco durante un partido el pasado mes de marzo. Cinco meses después volvió al terreno de juego, pero esta vez con un desfibrilador automático implantable (DAI) en su interior. El jugador del Córdoba CF no es el único, de hecho, Christian Eriksen ha sido clave en la recuperación del serbio, teniendo en cuenta que este último pasó por lo mismo un año antes.
Otro ejemplo, no tan gratificante, es el de Raphael Dwamena que también portó durante un tiempo este mismo dispositivo, aunque decidió quitárselo por creencias religiosas. Tal y como él mismo dijo y los médico auguraban, el futbolista falleció por un paro cardiaco durante un partido hace unas semanas.
El DAI es un dispositivo similar a un marcapasos cuya misión consiste en restablecer el ritmo cardiaco normal mediante la aplicación de una
descarga eléctrica -en caso de arritmias cardiacas peligrosas-, detalla la Fundación Española del Corazón.
Este aparato monitoriza el ritmo cardiaco de la persona que lo porta y actúa en caso de que este vaya más rápido o más lento de lo normal.
Cuando el ritmo cardiaco es demasiado lento, el desfibrilador estimula al corazón, igual que lo hace un marcapasos, mientras que si el ritmo se acelera, intenta frenarlo por medio de una desfibrilación, es decir, de una aplicación brusca y breve de una corriente eléctrica de alto voltaje.
La manera en la que se implanta un DAI ha cambiado y se ha simplificado mucho, teniendo en cuenta que antes se tenía que abrir el tórax y ahora se coloca a través de las venas.
El electrodo -el cable- se coloca a través de las venas y el generador de impulsos se implanta bajo la piel, por debajo de la clavícula, generalmente con anestesia local, excepto cuando se quiere comprobar el funcionamiento de aparato que sí se utiliza la sedación general.
La recuperación es rápida y suele ser necesario sustituir el desfibrilador cada seis años, teniendo en cuenta que es lo que dura aproximadamente la batería del dispositivo.
Todos los tratamientos tienen ciertos riesgos por lo que la fundación sólo recomienda su implantación en aquellas personas con elevado riesgo de padecer arritmias malignas.
Sobre todo está indicado en pacientes que han sufrido una parada cardiaca de
la que se han recuperado, como en el caso de los futbolistas mencionados al principio, o en aquellos que aún no han sufrido ninguna pero tienen riesgo alto de padecerla.
La primera pregunta que estos deportistas de élite se plantean es si podrán seguir compitiendo con un DAI. La respuesta que da la Sociedad Española de Cardiología (SEC), a través de su Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte, no es tanto la compatibilidad del deporte de élite con el DAI, sino la enfermedad de base que estos tengan.
La médico Amelia Carro Hevia detalla en el artículo de la SEC que algunos deportistas abandonan de forma temporal su actividad por el miedo e impacto psicológico que conllevan las descargas que sufren mientras están en pleno ejercicio de su actividad -teniendo en cuenta que a veces el DAI desencadena una descarga por el aceleramiento del ritmo cardiaco propio del ejercicio físico-.
También señala dos factores más:
Ante estos factores, la profesional recuerda que “la decisión de que una persona con un DAI pueda continuar o no en el deporte de alta competición debe ser siempre consensuada entre el equipo médico y el deportista”. Aunque ella misma asegura que “el hecho de no poder competir no equivale a inactividad física”.