Consumir ansiolíticos bajo prescripción médica es una cuestión cada vez más común en nuestra sociedad, de hecho, seguro que conoces a alguien de tu entorno que lo haga.
En el 2012, el consumo de estos fármacos comenzó a crecer, según refleja la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Aunque entre el 2014 y el 2016 dicho consumo se mantuvo más o menos estable e incluso en ese último año las cifras cayeron en picado, a partir del 2019 España empezó a registrar un nuevo repunte.
El principal problema que rodea a dichos fármacos, técnicamente llamados benzodiacepinas, es su poder de adicción. No obstante, no es un efecto secundario habitual, sino que surge cuando su consumo no se controla como es debido y se abusa de ellos, señala Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española De Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).
La psiquiatra identifica dos motivos claros en el aumento del consumo de ansiolíticos: déficit de profesionales especializados en salud mental y psiquiatrización de la vida cotidiana.
En primer lugar, la falta de profesionales se traduce en largas listas de espera tanto para tener una consulta con el psiquiatra como con el psicólogo. Ante esta situación, los médicos de atención primaria se ven en la tesitura de recetar ansiolíticos mientras que les citan con un especialista en salud mental.
Para contextualizar dicho déficit, te daré una cifra. Mientras que la media europea se sitúa en 18 psicólogos clínicos, en España dicha media está en 6, según señala @mienfermefavorita en su cuenta Instagram.
Además de que las plazas son limitadas, cuando hay puestos libres cuesta mucho suplirlos ya que tampoco hay psicólogos ni psiquiatras sin ejercer, teniendo en cuenta que la oferta académica también es reducida. "Mucha gente se queda por el camino por las notas tan altas de corte que piden, no porque la gente no tenga vocación", señala la psiquiatra.
Una vez que llegan a consulta psiquiátrica, además del tratamiento farmacológico, es decir, ansiolíticos y/o antidepresivos, les prescriben el tratamiento psicoterapéutico que en ocasiones puede sustituir incluso al farmacológico.
En cuanto al segundo factor que expone Díaz Marsá se refiere a que ahora toda situación negativa es susceptible de tratamiento. "Somos muy pocos resistentes, nos venden constantemente que hay que ser feliz -y si no lo somos tenemos que tratarnos-, pero hay que tener en cuenta que también existen emociones negativas que forman parte de la vida y hay que pasarlas".
Se habla de que el COVID-19 ha sido el detonante de muchas enfermedades mentales así como del incremento de consumo de ansiolíticos y antidepresivos, cosa que es cierta, pero ¿por qué?
"La pandemia fue una situación de estrés desmedido, incertidumbre, desestabilización social...en una sociedad que ya venía estresada de antes", aclara la vicepresidenta de SEPSM.
En comparación con el pasado, a día de hoy apenas hay tiempo para el autocuidado, el ocio, la relaciones interpersonales, la familia, el cuidado de la dieta mediterránea...factores que han hecho que la sociedad viva estresada y que con cualquier situación más estresante de lo habitual se descompense. "Antes la sociedad era más sencilla", asegura.
Siempre y cuando el tratamiento con ansiolíticos no se adecúe a las necesidades del paciente ni se lleve un control exhaustivo del mismo, es fácil caer en su poder de adicción, al desarrollar el síndrome de abstinencia, y tolerancia -para conseguir el mismo efecto cada vez se necesitan mayores cantidades-, explica Maria Aznar, coordinadora de la Comunidad Terapéutica de Proyecto Hombre Alicante.
Las personas mayores, al verse mermadas sus capacidades cognitivas, y las que tienen predisposición a la adicción, son los grupos más sensibles a este tipo de fármacos. No obstante, "no hay que tener miedo porque el consumo bajo prescripción médica está muy controlado", asegura la psiquiatra.
Al ser medicamentos que reducen el estrés, la capacidad de reacción y dejan aplacada la parte emocional, se pueden convertir en la pastilla de rescate para pasar ciertas situaciones.
"En situaciones que antes se pasaban a pelo, como por ejemplo, un duelo, pues hoy en día lo anestesiamos con la medicación", detalla la psicóloga Aznar.
Una gran parte de las personas que acuden a Proyecto Hombre, el primer diagnóstico no son los ansiolíticos, sino la cocaína, el alcohol...ya que este fármaco al ser legal y de uso doméstico, lo tienen normalizado, explican desde Proyecto Hombre Alicante.
No se detecta la adicción a las benzodiacepinas, hasta que no se empieza a trabajar y profundizar con los pacientes durante las terapias. "Hacemos psicoeducación en fármacos, para que conozcan los fármacos que consumen y sus efectos secundarios. Además, les enseñamos a gestionar de otra forma los problemas antes de recurrir a la pastilla", detalla María.
Aunque a día de hoy el perfil del adicto a los ansiolíticos es muy variado, teniendo en cuenta que se ve a gente de 30 años, tanto hombres como mujeres, el perfil que sigue siendo predominante es el de las mujeres.
"Si hubiéramos hablado hace 10 años, el perfil era más claro: mujeres amas de casa. A los hombres siempre se les ha vinculado con el consumo de drogas ilegales y a las mujeres con las drogas legales que se consumen en casa", concluye la coordinadora.