El duelo, ya sea por la muerte de un familiar, una enfermedad grave o una situación traumática como ha sido el incendio de Valencia es una situación que también tienen que afrontar niños y adolescentes. Con medidas de protección hacia los menores, pero sin aislarles de la realidad, ha explicado a EFE la psicoterapeuta Elena Torrado.
Tal y como ya explicó una psicóloga en el artículo arriba mencionado, el duelo no solo se produce tras la pérdida de un familiar o una persona cercana, sino que puede este sentimiento se asemeja también a la pérdida del hogar.
Torrado ha concretado que el duelo es un proceso de adaptación emocional que se debe superar ante las pérdidas a lo largo de la vida y las repercusiones que provocan.
"Una separación matrimonial, una enfermedad grave y otras circunstancias que implican cambios drásticos en la vida de un menor, como la pérdida de la vivienda en el caso de València, requieren una respuesta familiar", ha explicado esta experta.
En estos casos, los niños deben estar incluidos en los duelos familiares, ha recalcado, porque en ocasiones se tiende a aislar a los menores con el fin de protegerlos de situaciones trágicas.
Así, en casos de una enfermedad grave, por ejemplo, algunos padres tienen "temor" a explicar a los menores el desarrollo y las consecuencias de esa enfermedad, por lo que optan por aislar a los niños, quienes no se sienten implicados en la familia.
Los adultos referentes deben acompañar a los menores en las despedidas, ha recalcado esta experta, pero debe haber "medidas de protección" si la familia decide que los pequeños estén presentes en tanatorios e incluidos en otros rituales o actos de luto.
"Participar en las despedidas permite prevenir otras situaciones más difíciles que se puedan producir en el duelo posterior. Así, es recomendable que los niños estén presentes e implicados, pero protegidos", ha puntualizado.
Ha insistido en que no hay que aislar a los niños de la realidad familiar que les toca al vivir un duelo, porque lo que más temen es "la soledad y la sensación de no pertenecer a su familia".
Torrado ha dicho que los menores tienen que sentirse invitados en su familia a hablar de lo que les pasa, sus temores y penas con sus adultos de referencia.
En el caso de los adolescentes, la forma de afrontar el duelo depende de su momento evolutivo y los recursos que hayan adquirido para comprender la situación.
Los jóvenes, ha indicado, en ocasiones resuelven sus dudas hablando con sus iguales, que "a lo mejor tienen buena voluntad, pero carecen de la formación necesaria y la madurez que aporta la experiencia vivida".
Con los años, se ha perdido "naturalidad" a la hora de afrontar un duelo por muerte, ya que, hace años, mucha gente moría en su casa y después los niños convivían en la casa con la persona fallecida, mientras se realizaban los rituales previos al enterramiento.
"La muerte sigue siendo tabú y nos asustan mucho las preguntas que nos pueden hacer los niños. Culturalmente seguimos estando un poco alejados de la idea de poder hablar sobre estos temas", ha reflexionado.
Cuando un menor pierde a un familiar cercano, es bueno que los adultos le hablen de la relación que hayan tenido en la vida y crear recuerdos a través de las situaciones que hayan compartido, con el fin de rescatar lo más positivo, ha concluido.