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Los ingresos por TCA se duplican en adolescentes en tres años: "ser mujer es el primer factor de riesgo" para desarrollar uno

Mujer sentada en el suelo al lado de una báscula (Foto: Freepik)

La imagen corporal empieza a construirse a los 10 años, sin embargo, salirte de los cuerpos 'normativos' impuestos por la sociedad tanto antes como después de esa franja de edad puede ser motivo de insultos, opiniones de terceros y recomendaciones alimentarias -sin pedirlas- que pueden desencadenar en problemas graves de salud como son los trastornos de conducta alimentaria (TCA).

Normalizar que los "niños con cuerpos más grandes reciban comentarios gordofóbicos" puede llevarles a pensar que "su cuerpo es problemático y deben cambiarlo", evidencia el informe "Mujeres jóvenes y trastornos de la conducta alimentaria. Impacto de los roles y estereotipos de género", promovido por el Instituto de las Mujeres, el cual pone de manifiesto cómo adelgazar es y ha sido el propósito vital de muchas féminas en España.

Esta realidad no se queda en una cuestión anecdótica, sino que se trata de un problema serio que es necesario afrontar teniendo en cuenta que los ingresos por TCA se han duplicado en tres años, según sostienen los datos ofrecidos por la psicóloga y profesora en la Universidad Autónoma de Madrid, Ana Rosa Sepúlveda: los ingresos de menores de 10 a 14 años por TCA han pasado de los 276 en 2019 a los 392 en 2020 y a los 580 en 2021; en caso de los adolescentes de 15 a 19 años, la progresión ha sido de 497, 619 y 994, respectivamente.

Ser mujer es un factor de riesgo

"Me encantaría visibilizar que a los chicos también les pasa, pero ser mujer es el primer factor de riesgo para tener un TCA", ha subrayado la profesional. Las mujeres, ha añadido Cristina Hernández, directora del Instituto de las Mujeres, reciben "diariamente comentarios y descalificaciones" sobre sus cuerpos y esto multiplica su insatisfacción corporal. "No solo es una cuestión de salud. Nuestra insatisfacción devora nuestro tiempo, nuestra energía y también nuestra alegría", ha lamentado.

"Somos educadas en la obligación de gustar, de no molestar y de encajar en los deseos de otros. Se espera de nosotras que estemos delgadas, que quiere decir que estemos siempre a dieta. Ese estar guapa es estar delgada. Sabemos que es una tarea que no termina nunca. La cultura de la dieta es sobre todo, una conducta. Es la violencia simbólica", ha concluido.

La familia: las primeras que infravaloran la imagen de la mujer

El estudio ha evidenciado que donde primero nacen los mensajes pesocentristas es en la familia: entre un 80 y un 90 % de las casi 700 mujeres con TCA encuestadas en el informe reportan haber recibido en casa comentarios sobre sus decisiones de alimentación (96,3%); su aspecto físico (90,7%); su peso (88,3 %); el ejercicio físico (86,8%) y su forma de vestir (83,4%).

A este grupo le siguen los propios profesionales sanitarios, entre los que se ha instaurado un "discurso hegemónico de asociar obesidad y enfermedad". Casi dos tercios cuestionan sus kilos o su dieta. La presión sobre las mujeres que incumplen las medidas instauradas como perfectas se traduce en ansiedad desde semanas antes de ir a una consulta médica -que no necesariamente tiene que ver con su peso- e incluso las evitan "por miedo a ser humilladas".

Tampoco encuentran referencias en los medios, redes o la industria audiovisual, ni encuentran ropa que les guste de su talla, ni van al gimnasio o centros deportivos por ser lugares hostiles, mientras se someten a ciclos interminables de dietas y ejercicio físico intenso que acaban dañando su salud física y mental.

Los centros escolares también son fuente de conductas discriminatorias donde muchas veces, además, las campañas de prevención lo limitan todo a la práctica de ejercicio y la dieta cuando "el cuerpo en la salud depende de un montón de determinantes", ha denunciado Calado. En este ámbito, y en el laboral, asciende a 60% la cifra de mujeres sobre las que pesan comentarios sobre su aspecto o su alimentación.

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