Un año de cambios, un año sin Blatter
Dijo que era "honesto", que era "limpio" y que renunciaba "porque quería proteger a la FIFA", pero su renuncia, hace hoy un año, sorprendió al fútbol y probablemente al mundo entero, que desde entonces sufre sobresaltos y aplaude cambios en un deporte capaz de parar cualquier cosa.Olga Martín
Tal día como hoy, el martes 2 de junio de 2015, Joseph Blatter (Visp -Suiza-,1936) dejó la presidencia de la FIFA cuatro días después de haber sido reelegido para un quinto mandato, en mitad de un escándalo de corrupción que aún debe ser juzgado en Estados Unidos y que implica a directivos, empresarios y políticos.
Aunque las detenciones de algunos de sus dirigentes en vísperas del Congreso electoral de mayo de 2015 auguraron muchas complicaciones para Blatter, su reelección en las urnas pareció apaciguar una situación que él mismo retorció con su improvisado adiós.
"A pesar de haber sido apoyado en elecciones, ese apoyo no lo comparten todos. Por eso pongo mi renuncia a disposición de los dirigentes del mundo. Tomo esta decisión de renunciar para limpiar la imagen de la FIFA. La FIFA necesita una profunda reestructuración".
Con este escueto anuncio hace doce meses el suizo quiso dar un paso al lado en su longeva presidencia y así lo hizo inicialmente. Una de sus pocas apariciones después de esto fue a finales de julio cuando viajó a San Petersburgo, al primer sorteo de Rusia 2018.
Sus fotos habituales en palcos de partidos del Mundial femenino que se jugó en Canadá o la Copa América de Chile no aparecieron y apenas se dejó ver, mientras la FIFA funcionaba y preparaba una transición mucho más suave de la que ha vivido al final.
Las investigaciones de la propia justicia suiza, que colaboró con el FBI para las detenciones de hace un año y las del pasado diciembre, obligaron a Blatter a vaciar un despacho que ocupaba desde que fue elegido en 1998, en vísperas del Mundial de Francia.
Y se puede decir que con Francia empezó todo. Porque de aquel mundial data su estrecha colaboración con Michel Platini, su antiguo colaborador que pasó de amigo a enemigo cuando éste se consolidó como presidente de la UEFA y empezó a coquetear con relevarle algún día en la presidencia de la FIFA.
La imputación de la justicia suiza por posible gestión desleal por un pago de 1,8 millones de euros a Platini hizo que la Comisión de Ética independiente que el propio Blatter se inventó para garantizar limpieza en la FIFA sancionase a ambos, allá por el mes de octubre y los mantenga fuera de juego.
De una inhabilitación de 90 días se pasó a una sanción de ocho años, reducida después a seis en ambos casos y a 4 para Platini por dictamen del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), que aún debe resolver el recurso de Blatter.
Pero el fútbol no se para y la FIFA tampoco puede hacerlo. En el archivo, Blatter deja decisiones de todo tipo, para algunos buenas y para otro malas, y frases para la historia como aquella de que la sociedad está llena de demonios y en el fútbol también hay", además de los consejos para Gianni Infantino, la mano derecha de Platini en la UEFA que ahora preside la FIFA.
Infantino, a quien Blatter dijo dejar una institución "bien organizada y sólida", se comprometió a aprender del pasado para no repetir errores y a reformar la organización para recuperar su credibilidad.
Entre las reformas está la separación de las funciones políticas y de gestión, la sustitución del Comité Ejecutivo por un Consejo con cupo femenino -6 mujeres-, la limitación a doce años de los mandatos del presidente y sus directivos y el gran golpe de efecto, el reciente nombramiento de la diplomática senegalesa de Naciones Unidas Fatma Samba Diouf Samoura como secretaria general.
Pero las reformas, aprobadas sin aparente oposición hace semanas, ya han colocado la primera "chinita" en el camino de Infantino por la renuncia del italiano Domenico Scala, presidente del Comité de Auditoría y Conformidad en desacuerdo con la forma de designar las vacantes de los nuevos comités.
La salida de Scala y la acusación de "traición" hecha por el príncipe jordano Ali Bin Al Hussein, rival tanto de Blatter como de Infantino en las dos últimas elecciones, reavivan las diferencias en una organización que manda tanto como un gobierno, cuyo protagonismo pretendía plasmar el director Ben Affleck en una película, aunque la cinta no ha llegado al último festival de Cannes.