Por cuarta temporada consecutiva, el proyecto catarí del París Saint-Germain se estrelló en cuartos de final de la Liga de Campeones, un fracaso difícil de digerir para los propietarios y los aficionados del club.Luis Miguel Pascual
Designado como uno de los favoritos para la victoria final, el conjunto dirigido por Laurent Blanc soñó con jugar por vez primera unas semifinales de esa competición cuando el sorteo les emparejó con el Manchester City.
A la diferencia de las temporadas anteriores, cuando sus verdugos en cuartos fueron el Barcelona y el Chelsea, el equipo francés tenía un rival a su alcance, un equipo con menos historia europea que él, puesto que ni siquiera había jugado nunca unos cuartos de final.
Pero de nuevo el PSG se dio de bruces contra su maldición, tembló demasiado ante la altura del desafío y mostró sus límites frente a la máxima competición continental.
Los propietarios cataríes del club no paran de repetir que su objetivo es ser campeones de Europa. Para ello han invertido más de 500 millones de euros desde que se hicieron con el club en 2011.
No sirve para calmar su hambre que el equipo se proclamara campeón de Francia por cuarto año consecutivo ocho jornadas antes de que acabe la liga.
Tampoco será suficiente que levante por segunda vez la Copa de Francia, en la que está clasificado para semifinales, y la Copa de la Liga, de la que disputará la final.
El borrón europeo oscurece toda la jornada y supone un seísmo para el club y todo lo que le rodea.
La primera cuestión que sobrevuela el club francés proviene justamente de su contexto. En Francia, el PSG no tiene rivales a su medida, lo que les obliga a afrontar los duelos europeos sin las necesarias referencias.
El equipo de la capital es un oasis en el fútbol galo, donde ninguna otra entidad puede rivalizar en fichajes, lo que a la postre se traduce en una gran diferencia en el terreno de juego.
La eliminación contra el Manchester City deja en muy mala situación a su entrenador, señalado como principal responsable de la catástrofe, considerado incapaz de motivar a sus tropas ante un duelo de tanta importancia.
Blanc cometió, además, errores importantes. En la ida alineó de salida al marfileño Serge Aurier pese que había faltado dos meses por una sanción disciplinaria. Un error suyo propició el segundo tanto de los ingleses, que se marcharon del Parque de los Príncipes con un valioso empate a 2.
En la vuelta revolucionó su esquema táctico y decidió afrontar al City con un inédito 3-5-2 en el que sus hombres nunca se encontraron y que se reveló como poco eficaz.
Aunque hace dos meses renovó su contrato, el entrenador está cuestionado y los propietarios cataríes pueden caer en la tentación de relevar a un técnico que se ha mostrado seguro en el terreno nacional pero que ha fracasado en su mandato de romper el techo de cristal del club a nivel europeo.
En el fondo emerge la cuestión de la plantilla, adquirida a golpe de talonario y erigida en torno al sueco Zlatan Ibrahimovic, un jugador que si bien ha dado mucho al club, nunca lo ha hecho en las grandes citas.
Libre al final de esta temporada, el club se debate ahora entre prolongar la aventura junto al sueco, de 34 años, o contratar otra gran estrella de talla internacional sobre la cual asentar un nuevo proyecto.
Pero, más allá de Ibra, la plantilla entera ha fracasado. Empezando por el argentino Ángel di María, adquirido por más de 80 millones de euros este verano con la exigencia de elevar el nivel europeo del equipo. El exjugador del Madrid no estuvo a la altura en ninguno de los dos duelos contra el City.
Lo mismo que sucedió la temporada anterior con el defensa brasileño David Luiz. Y una antes con el atacante uruguayo Edison Cavani.
En el telón de fondo resurge la cuestión de la precipitación. El PSG fue eliminado por un club también propiedad de una fortuna del golfo Pérsico. Los dueños emiratíes del club inglés llevan más años en el fútbol y han invertido más dinero. Sin por ello fijarse un nivel de exigencia tan alto.