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Álvaro Rubio, "El Jilguero" que emigra

Álvaro Rubio ha dicho hoy adiós a diez años en Valladolid, El Jilguero (como le llaman sus compañeros) se ha ido de forma elegante y sin darse importancia tras lucir 311 veces la camiseta de un club donde ha vivido picos y valles en los que siempre ha puesto el contrapeso, la simetría y su equilibrio.José Anselmo Moreno
Probablemente, junto a dos internacionales como Eusebio Sacristán o Víctor, sea el jugador que más huella ha dejado entre la afición en las últimas décadas por su entrega, su carácter solidario, su clase, su perfil discreto, su calidad y, sobre todo, su bonhomía.
Hay una anécdota que ilustra su modo de ser en la pasada temporada. Jugó una segunda parte lesionado pero no se marchó, aún a riesgo de empeorar su lesión, que empeoró. Todo porque su entrenador había hecho precipitadamente los tres cambios antes del descanso y no quería dejarle en mal lugar o que le afición se le echara encima.
Inteligente, técnico, aseado (como dicen los sudamericanos) y muy solidario en el campo, es un centrocampista de los que actualmente, en los tiempos del músculo, hay muy pocos.
Dicen que en el suelo, los jilgueros se desenvuelven mejor que otros de su especie, manteniéndose siempre en postura erguida. Eso define gráficamente la elegancia de Álvaro Rubio, tanto dentro como fuera del campo. Se ha ido erguido y hasta rechazando, sin miramientos, una propuesta del club porque él quería ser "útil".
Campeón del mundo sub 20 con la selección española, esa generación que acabó ganando el Mundial de Sudáfrica, Álvaro no ha ganado más títulos pero este medio centro, que en abril cumplió 37 años, ha repartido muchas lecciones de fútbol sin apenas copas o medallas que adornen su palmarés.
La precisión de su juego no era muy común. Tal vez con el tiempo, Álvaro Rubio Robres (Logroño, 18 de abril de 1979) había perdido capacidad defensiva pero sus pases "de seda" aún le permitían sobrevivir en la elite. Su edad, lejos de lastrar su fútbol, lo surtía, a veces, de una mayor entereza.
Álvaro empezó a ser Rubio a orillas del Pisuerga para diferenciarle de su homónimo Álvaro Antón. Llegó con 27 años pero ni siquiera entonces era muy rápido, ni iba bien de cabeza o al choque, ni era un goleador, aunque todos los entrenadores que ha tenido contaron con él. Su mejor aval en Valladolid.
En Pucela, siempre ha conectado con la grada y a partir de ahora también se ha "enganchado" al carro de la historia porque el consenso en torno a su figura resulta incontestable. Las redes sociales solo desprenden hoy cariño y añoranza.
Y es que muy pocos quedan con su talante y su perfil de futbolista que inventa, que "dibuja" fantasía y que añade un impecable punto de cohesión al juego de sus compañeros.
Pero nadie es eterno y, en este sentido, su adiós no ha sido, tal vez, el ideal. De haberse resuelto mucho antes, no se hubiera diluido en el tiempo y la afición hubiera podido aplaudirle el último día en Zorrilla, consciente de que ya era su último partido. Más en un encuentro que no tenía trascendencia alguna.
Tras acabar la liga, todo quedó en "modo espera". Rubio mantuvo una reunión con Paco Herrera el 22 de julio en la que éste le pidió "tiempo" para decidir si contaba con él y, cuatro días después, le confirmó que tenía seis centrocampistas y que no había hueco para él.
"Fue sincero, que es lo que yo le pedí", ha señalado hoy Rubio, quien ha aclarado que no quería quedarse en el Valladolid "por estar" y llevarse parte de un presupuesto que estaba muy ajustado porque "era injusto" para el club.
Así las cosas, seguirá jugando en otro sitio para "abrochar" un trayecto más largo que fructífero. Su albor como futbolista se sitúa en el Zaragoza, prosiguió su carrera en el Albacete y en julio de 2006 comienza esta historia, cuando fichó por el Real Valladolid.
Aquí ha dejado huella y sedimento, ha jugado muchas veces lesionado y con dolor, ha vivido ascensos y descensos pero nunca dio un solo disgusto o preocupación. Tal es el reconocimiento, que el club quiere ponerle "un foco" a su despedida y recibirá la insignia de oro de la entidad.

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