Nada hay más fuerte y poderoso que un río cuando marcha desbocado y con una fuerza arrolladora, pese a todos los intentos que se hagan por canalizarlo.En la primera mitad, el C. D. Ebro fluyó por el Estadio Antonio Puchades como si de un manso riachuelo se tratase. El filial valencianista comenzó muy bien el choque, tocando el balón y poniendo cerco a la meta de Marqueta. Pudo llegar el primero en el minuto 9, pero fue Aridai el que inauguró el marcador tras un buen servicio de Quim Araujo.
Intentaron los zaragozanos presionar la salida de balón de los locales, pero la calidad técnica de los jugadores del filial valenciano salvaban constantemente esa presión, creando constante peligro. Cuando iba a llegar el descanso, mazazo para los hombres de Larraz ya que Sito doblaba la ventaja valencianista en el marcador.
Y nada más reanudarse la segunda mitad, galopada de Sito por la banda izquierdo y su potente chut hace subir el 3-0 al marcador. Cualquier equipo habría bajado los brazos, cualquier equipo se habría hundido tras encajar dos goles en minutos tan psicológicos, cualquier equipo habría cedido ante un equipo que juega en casa y marcha 3-0.
Pero el Club Deportivo Ebro no se rindió, el Club Deportivo Ebro no bajó los brazos, el Club Deportivo Ebro no se dio por vencido. Y si en la primera mitad pareció un riachuelo, en la segunda se convirtió en un torrente embravecido, que arrambló con todo lo que se le puso por delante.
Fue Gabarre el que derribó el primer obstáculo en el minuto 63, y el fue el toque de arrebato para que el equipo se fuera arriba, a ganar o a morir. Santigosa saltó al campo por Víctor Bravo en el minuto 74, y poco menos que convirtió en el segundo tanto el primer balón que tocó. Con el equipo volcado en ataque, el guardameta valenciano se erigió en el mejor jugador de su equipo. Parecía que nos íbamos a quedar sin premio, pero al igual que un embravecido río puede con todo, Gabarre fue el que dio el último empujón, con el partido agonizando, para lograr de cabeza un empate que sabe a gloria.