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El Atlético Levante asalta El Carmen (0-1)

ElDesmarque

Hasta aquí llegó el embrujo en los partidos que como local ha disputado el Ebro hasta el momento. Estaba claro que la racha ganadora no iba a durar hasta el final de temporada, pero quizá cogió a casi todos por sorpresa que el momento fuese ayer, ante el penúltimo clasificado, que si hay que ser justos, habría que decir que ni mucho menos son merecedores de semejante posición.

A lo largo de la semana ya se hizo especial hincapié en que el rival era poco menos que un lobo agazapado. Es verdad que iban abajo, pero de una forma un tanto “engañosa”, ya que las derrotas vinieron en las primeras fechas y, desde finales de septiembre, nadie había podido hincar el diente a este equipo.
Y demostraron con creces en el terreno del líder que la mejoría no es fruto de la casualidad, atando de pies y manos a un Ebro que de principio a fin nunca vio claro por donde meter mano a un conjunto excepcionalmente posicionado. Como se demostró por enésima vez en el fútbol, pocas veces puedes fiarte de un filial, ya que para bien o para mal, son siempre muy peligrosos.
Ya desde el inicio se rompieron los esquemas. Si se esperaba a un Atlético Levante agazapado atrás y en busca de cazar alguna contra, nada más lejos de la realidad. De forma muy cómoda tocaban el esférico ante un Ebro perdido en el centro del campo. Si dicen que, para meter el miedo a tu rival, hay que ser el primero en disparar a portería, los levantinistas lo hicieron pronto, aunque con nulo éxito.
Los de Larraz seguían sin comparecer y los visitantes iban creciendo en estima y creyendo poco a poco que podían asaltar el hasta ahora inexpugnable feudo de La Almozara. Traver, el encargado de poner en funcionamiento el juego a balón parado de los azulgrana, demostró un exquisito toque de balón y ni Fran Manzanara primero, ni Kaiser después, atinaron con la portería. En otra acción calcada, todavía se divisó de forma más clara el gol, pero Allyson, de cabeza y a placer, mandó el remate a las manos de Marqueta.
Traver seguía erigiéndose en el protagonista de todas las acciones ofensivas de su equipo, y en un disparo peligroso desde fuera del área, heló el corazón de los seguidores locales, pues el efecto óptico hizo que el balón pareciese haber entrado. Lejos de mejorar el panorama, Marqueta tuvo que intervenir con acierto sacando una mano salvadora a un testarazo de Allyson, que casi resultó mortal de necesidad.
Vistos los anteriores partidos en La Almozara, resulta difícil creer que el Ebro no llegase a disparar entre palos en los primeros cuarenta y cinco minutos, pero así fue. Solo el coraje de Víctor Bravo, en alguna acción esporádica por banda izquierda, llegó a provocar algún saque de esquina, que no tuvo mayor consecuencia.
Tampoco fue mucho más esperanzador el inicio de la segunda parte. En la primera jugada de la misma, córner a favor de los granotas en el que Traver intenta marcar de forma directa, pero Cristian Márquez lo evita, atento en el primer palo.
Los minutos se sucedían y Larraz tuvo que tirar de recursos, buscando entre los hombres de refresco aquél que pudiera estar con las ideas claras, para encontrar la combinación de una caja fuerte que parecía imposible de abrir.
Tanto lo había estado rondando el filial, que terminó por marcar su capitán, Ribelles, al cazar en la frontal el rechace defensivo, para disparar ajustado a la base del poste, y aunque Marqueta llegó a rozar, no fue suficiente como para llegar a despejar.
Ya solo quedaba que se repitiera la historia de semanas atrás ante el Lleida, es decir, ir hacia adelante con todo e intentar que la moneda volviera a salir de cara. A dos del final, Moustapha tuvo la más clara de toda la matinal, pero su disparo en carrera con la zurda, se perdió lejos de su objetivo. Saques de esquina, balones al área, embotellando al rival fueron las últimas opciones, pero más con el corazón que con la cabeza.

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