Carlo Ancelotti fue víctima de una inolvidable remontada del Liverpool en la famosa final de la Liga de Campeones de 2005. Dirigía entonces al Milán de Dida, Cafú, Maldini, Pirlo, Seedorf, Kaká, Shevchenko, Crespo y compañía. Un equipazo, con 'Balones de Oro' por todos los lados. Se fue al descanso el Milán ganando 3-0 en el estadio Ataturk de Estambul. Y en la reanudación Rafa Benítez y su Liverpool, con Gerrard y Xabi Alonso al frente, le pintaron la cara al Milán, en una noche apoteósica, enLuis Villarejo
El Liverpool, con un cambio estratégico y riesgo de Benítez en el descanso -Hamann por Finnan-; un medio centro de corte defensivo por un lateral derecho, inició el festival. Y con goles de Gerrard, Smicer y Xabi Alonso, llevó el partido a la prórroga y levantó el título en los penaltis.
Un papelón para el Milán. Nadie entendió qué pasó aquella noche antes del segundo tiempo. Carlo Ancelotti mordió el polvo, lo pasó mal, pero siguió su vida. Y con mucho éxito. Le dio incluso tiempo a ganar una Champions con el Milán y años después otra extra con el Real Madrid en Lisboa.
Ancelotti es un grande. Y los grandes también tienen lunares en su hoja de servicios. A menudo, para ganar un título se pasa antes por la ruta de haber perdido otro.
No es ningún consuelo para Unai Emery y su París Saint Germain. Pero sí un apunte, en medio de la actualidad volcánica y destructiva habitual del entramado del fútbol. El día después es obligatorio en su entorno que alguien vea alguna luz al final del túnel.
Emery tendrá que repasar los factores de un palo colectivo, inesperado y que después de hacer autocrítica y asumir su parte alícuota de responsabilidad y ver la desastrosa actuación de su portero y cuarteto defensivo, seguro tendrá tiempo para la reflexión. Si es que le dejan. Entretanto, y sin un excesivo rencor arbitral, el PSG ha entendido el poderío de un FC Barcelona desatado, con Neymar y Messi al frente. Un gesto de club señor.