Luis Miguel Pascual
Nantes (Francia), 24 ene .- Nadie en Nantes se resigna a creer en lo que todo el mundo sabe inevitable. Mientras las autoridades británicas minimizan las posibilidades, en la ciudad del noroeste francés que ha convertido al futbolista argentino Emiliano Sala en un ídolo se aferran a la última esperanza.
Ni sus compañeros, ni el entrenador, ni la dirección del club, ni los aficionados quieren cortar el último hilo que les ata a su ya añorado delantero. Un vínculo tan fuerte como el amor y el respeto que el desgarbado atacante dejó en los tres años y medio que pasó en la ciudad.
"Es como perder a alguien de la familia", asegura Leroy Maxime que, junto a su perro vestido con una camiseta del Nantes y dos centenares de aficionados aguarda a la puerta del centro de entrenamiento, que excepcionalmente abrirá para pensar en Emiliano.
"No es ni un homenaje, ni un acto de memoria", afirma emocionado el capitán, Valentin Rongier, que respaldado por toda la plantilla se acerca al público para advertir: "Mientras no se encuentre su cuerpo, creeremos que está vivo".
Los aficionados aplauden. Algunos lloran desconsolados, como Ophelie Autin, que confiesa que sufrió "un mazazo" cuando supo que el avión que llevaba a Sala a su nuevo club de Cardiff se había perdido en algún lugar del Canal de la Mancha.
Sus ojos cristalinos se acompasan a su gesto de resignación. "Sabemos que las esperanzas son pocas, pero las mantenemos", asegura la joven, que sostiene que el argentino "representaba valores que te hacían quererle, la lucha, la entrega, la humildad".
Su novio, Romain Denis, va incluso más lejos y le considera "el jugador más emblemático" de los últimos años, un estilo en el que cree que debería basarse el club.
No son los únicos que lo piensan así. "Era nuestro mejor atacante, el hombre que nos salvó", asegura Florian junto a la fuente de la céntrica Plaza Real, el lugar donde muchos aficionados depositan flores amarillas, el color del club, junto a una fotografía de Sala.
El deambular de la ciudad parece detenerse en ese punto peatonal y son muchos los que, parados frente al mismo, pierden su mirada en la memoria del futbolista.
"Yo no soy aficionada al fútbol, no entiendo nada de esto, pero este drama me ha afectado mucho", afirma Céline, sexagenaria que arrastra su carro de la compra y que se ha detenido unos instantes ante el lugar.
La emoción es grande. Sala, un futbolista que tardó en despuntar, deja la huella de un luchador. Un guerrero, como les gusta repetir en este club que ha servido de vivero a jugadores de la talla de Claude Makelele, Didier Deschamps, Marcel Desailly o Christian Karembeu.
"Hemos sufrido un enorme golpe emocional", confiesa Gilles Criniere, presidente de la peña "Nantes-Canari", la que más aficionados engloba.
Sala tenía esos ingredientes que gustan a la grada. "Mojaba la camiseta. Podía tener días mejores que otros, pero nunca se dejaba nada", asegura este aficionado, que confiesa haber sentido una gran decepción cuando fichó por el Cardiff.
A ello añadía una personalidad "humilde y trabajadora". "Nunca le escuché criticar al entrenador, decir una mala palabra de sus compañeros", señala.
El técnico actual, el franco-bosnio Vahid Halilhodzic, no le dio motivos. Reputado por su mano dura, el entrenador se derrumbó ante los periodistas en su primer contacto con la prensa tras la desaparición.
"Era mi amigo y estamos viviendo un suplicio. Era un muchacho tan amable, tan trabajador, un auténtico guerrero. Desde que llegué establecimos una relación particular porque se apoyó mucho en mí", asegura este exdelantero, dos veces máximo goleador en Francia, en quien el argentino encontró algo más que un estratega.
En una jornada en la que las autoridades británicas anunciaron que han cancelado su búsqueda activa, las lágrimas del entrenador coinciden con la caída de la noche. Halilhodzic retoma su voz de mando, siempre firme: "Ningún homenaje todavía. Ningún minuto de silencio".