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"Ahora, Quini, Ahora" sigue sonando en El Molinón

Jorge Junquera.

Gijón, 27 feb .- Un año después del fallecimiento de Enrique Castro Quini, el grito de "Ahora, Quini, ahora", que tantas veces se escuchó en el estadio de El Molinón cuando esta leyenda del fútbol español estaba en activo se sigue escuchando en cada partido del Sporting en el minuto 9, el número de su dorsal.

Quini falleció a los 68 años justo hace un año víctima de un infarto cuando se dirigía a su casa tras cumplir con las obligaciones propias del último cargo que ocupó en el Sporting, la de representante institucional.

A lo largo de este último año se han sucedido innumerables actos de homenaje y reconocimiento, unos promovidos por las instituciones y otros por aficionados de a pie, todos ellos surgidos desde el más profundo afecto y admiración por un hombre al que las frías cifras señalan como uno de los mejores goleadores históricos de la liga española pero al que principalmente se admira por su forma de ser.

Enrique Castro, que lo fue todo en el Sporting -su máximo goleador histórico, delegado y representante institucional-, era una persona muy querida por su figura deportiva pero también por su cercanía con la gente, a la que jamás negaba un saludo, un autógrafo o una foto.

Cinco veces Pichichi de Primera y otros dos de Segunda, tres veces campeón de la Copa del Rey, la Supercopa y la Recopa de Europa, curiosamente uno de los mejores goleadores de toda la historia del fútbol español no pudo ganar la liga en una época en la que la competición española contaba con hombres como Maradona o Schuster, dos de los que acabaron siendo sus amigos y siempre mostraron sus admiración por el asturiano.

La figura deportiva de Quini es conocida, querida y admirada en toda España, pero también lo es su vertiente humana, que se agrandó tras el secuestro que sufrió en 1981 durante veinticinco días a manos de delincuentes comunes, cuando era jugador del Barcelona.

Quini no solo perdonó a sus secuestradores sino que renunció a cobrar la indemnización que el juez había señalado e incluso en el juicio invitó a desayunar a las mujeres de los detenidos.

Muchos años después, a Quini se le diagnosticó un cáncer contra el que luchó durante varios meses y que le obligó a hacer una paréntesis en su dedicación al Sporting, y que, como él mismo reconoció, cambió de manera notable su vida.

Ya recuperado dedicó muchas horas a visitar y animar a otras personas aquejadas del mismo mal, una actividad que quiso desarrollar con la máxima discreción pero que finalmente se acabó conociendo.

Esta manera de comportarse en la vida estaba arraigada en los genes la familia Castro.

Hace ya un cuarto de siglo, el hermano mayor de Quini, Jesús Castro, portero del Sporting en la misma época -sin lugar a dudas la mejor en la ya más que centenaria historia del club gijonés-, fallecía en la playa cántabra de Pechón tras salvar de morir ahogados a dos niños británicos, hecho que se recuerda con un monolito instalado en el lugar.

Su carácter le hacía ser amigo de todo el mundo pero también era un bromista nato y de ello pueden dar cuenta los que fueron sus compañeros o incluso algún directivo del Barcelona, al que "el Brujo" le metió varias cucharillas en el bolsillo del abrigo justo antes de tener que pasar el control en un aeropuerto para hacer saltar la alarma.

En su época de jugador no tenía ningún reparo en sentarse a tomar un café con los aficionados o incluso a "remover Roma con Santiago" para conseguir entradas para quien se las solicitaba, algo que sucedía especialmente en las visitas del Sporting a Madrid, gestos que la afición no olvida.

Tras el fallecimiento de Quini, una de las primeras decisiones del Ayuntamiento de Gijón fue la de añadir al nombre del estadio de fútbol El Molinón el de Enrique Castro.

En su funeral, celebrado en el propio estadio, se dieron cita más de 14.000 personas y entre ellas compañeros de su época de futbolistas llegados prácticamente de toda España, así como representantes de un gran número de clubes e instituciones.

El minuto de silencio que se guardó en aquel acto fue impresionante como también lo fue la ovación posterior que le dedicó una afición que jamás olvidará a Quini.

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