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Locura, De Bruyne y don Mauricio

Pochettino celebra con rabia el pase del Tottenham ante el Manchester City en los cuartos de final de la Champions League.
Alberto Casas

Si en verano, durante las vacaciones o en esos días sin fútbol, a alguien se le ocurriese volver a revisar un partido de esta temporada, seguramente elegiría el Manchester City-Tottenham de anoche. Una batalla histórica. Un corazón contra corazón. Un duelo que lo tuvo todo: emoción, goles, intensidad, calidad, valentía, táctica, alegría y tristeza, tristeza y alegría, VAR, electricidad… y locura, mucha locura.

Locura desde el minuto 1 al 95, pasando por cada uno de ellos. Locura porque hubo fallos defensivos, algunos de ellos groseros y con Laporte como protagonista principal, pero también porque hubo aciertos ofensivos de un enorme nivel –es lo que se espera en estas fases de la mejor competición de clubes- que decantaron la balanza hacia uno y otro lado.

Pero más allá de errores y habilidades individuales, en el Etihad se midieron dos equipos que fueron a por el partido desde el principio, con las ideas claras, con una gran competitividad y que se dejaron todo por estar en las semifinales de la Champions.

Guardiola buscó la superioridad en los costados como arma principal, apoyado en un Kevin De Bruyne estratosférico. El belga, que sólo disputó los últimos minutos del encuentro de ida en Londres, tomó el protagonismo desde el inicio y monopolizó las jugadas de ataque de su equipo. Diagonales desde la derecha (así llegó el primer gol), jugadas asociativas por el centro y llegadas desde atrás. Un repertorio que destrozó al Tottenham por completo y que se tradujo en números con tres asistencias.

De Bruyne lo hizo todo bien. Es difícil encontrar un error en su partido. Tan difícil como dar con una explicación sensata para entender su suplencia en la ida. No marcó, pero Sterling y Agüero pusieron el broche a sus espectaculares jugadas. Fue indetectable para el Tottenham… hasta que Pochettino se dio cuenta. Porque sus primeros 15-20 minutos fueron escandalosos.

El técnico argentino cambió el dibujo, dejó el rombo y volvió al 4-4-2 para ajustar a su equipo e intentar defender mejor las bandas. Frenó un poco el ímpetu del City y el de De Bruyne, pero cuando el belga está en plena forma… pararlo es una tarea complicada.

Aun así, Mauricio tocó teclas, superó las bajas de Kane y Winks y con una gran gestión acabó modificando el resultado del partido. Su decisión de meter en el campo a Llorente para sustituir al lesionado Sissoko terminó siendo decisiva. Y, aunque pudiera parecerlo, no estuvo tomada desde el azar. Con el City en su mejor momento y la eliminatoria cuesta arriba, encontró en el balón parado el premio.

Desde luego, su mérito reside en tener a los spurs en unas semifinales de Champions y tercer clasificado en la Premier sin haber fichado el pasado verano y demostrando un carácter competitivo inculcado desde el banquillo.

Don Mauricio triunfó en medio de la locura pese al brillo de la estrella belga.

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