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El campo de espinas de las mujeres futbolistas

Diana Buitrago

París, 6 jun .- En vísperas de la inauguración este viernes del Mundial femenino en Francia, han saltado al terreno de juego otros protagonistas inesperados: los prejuicios, el sexismo o la escasa mediatización que afectan a las jugadoras, sean o no profesionales.

La argentina Tatiana Cañete, de 27 años, no participará en el campeonato, pero mantiene a pesar de las dificultades su amor por un deporte que descubrió al acompañar a su padre a jugar con sus amigos.

"Las reglas las aprendí desde muy chiquita viendo partidos en televisión porque el fútbol es parte de la cultura argentina", añadió a Efe.

Su madre se opuso desde el principio, deseaba que fuera modelo como su hermana y no "una machorra de esas que juegan al fútbol". Su padre nunca se opuso, pero tampoco le gustaba hablar del tema. Cañete insistió porque "el fútbol no es sólo Messi y Maradonna".

La argentina decidió ir en contra todos los estereotipos que invadían su entorno y conseguir un equipo para entrenarse, pero se dio cuenta que solo existía un club en Buenos Aires, que mezclaba a jugadoras de todas las edades para compensar la falta de chicas.

Tampoco lo tuvo fácil la española Teresa Suárez, originaria de Oviedo, que viajaba dos horas para practicar con el equipo femenino más cercano a su ciudad.

Cañete y Suárez, de 26 años, residen actualmente en París y juegan con la asociación francesa de fútbol "Las Derribadoras", que milita desde 2012 contra la homofobia, el sexismo y el racismo en el fútbol y acercará su lucha a los aficionados con una campaña informativa en este próximo Mundial.

"Sabemos que estamos en un deporte donde no nos van a dar nuestro puesto, tenemos que tomarlo nosotras mismas y para eso debemos derribar los estereotipos", explicó a EFE la copresidenta de la asociación, Marine Rome.

El fútbol para mujeres no está "totalmente democratizado" y a ellas les costó conseguir un campo: "El fútbol masculino tenía mucha demanda y para nosotras era aún más complicado. Tuvimos que ir al Ayuntamiento de París y demostrar nuestra motivación", dijo.

En un principio les otorgaron medio campo para entrenarse, y cinco años después lograron tenerlo todo un par de horas a la semana.

"Nos pasa muy a menudo que, en nuestros horarios de entrenamiento, los hombres invaden el campo sin ni siquiera preguntarnos, ¡como si no existiéramos!", señaló Suárez.

No es el único obstáculo en un deporte en el que lamentan que la mediatización pocas veces tenga en cuenta sus cualidades.

La UNESCO organizó un debate este martes sobre la feminización del fútbol y reveló que "artículos y comentaristas nombran a las jugadoras centrándose en su apariencia física, vestimenta, familia o estado civil, en lugar de en su desempeño en el terreno".

El encuentro contó con grandes mujeres que han hecho historia en este deporte, como la primera entrenadora en la región del Golfo, Houriya Al-Teheri, o la delantera del Paris Saint-Germain (PSG) Nadia Nadim, a la que le enseñó a jugar su padre, un general afgano asesinado por los talibanes.

"En un patio escondido, detrás de unos muros, para que nadie nos viera", recordó de sus inicios con el balón, que perfeccionó cuando se encontraba en un campamento de refugiados en Dinamarca, a los 10 años.

Falta mayor representación, según coinciden, tanto en los campos como en los despachos: el presidente del grupo "Deportes y democracia", Sylvère-Henry Cissé, apunta que las mujeres "solo representan el 0,17% de la directiva del fútbol europeo".

Pero aunque para la democratización del fútbol aún hay camino por recorrer, las mujeres sí le sacan en algunos casos la delantera a sus homólogos masculinos. "Lo más valioso del fútbol femenino y que los hombres deberían aprender es el respeto de reglas, ¡el hecho de no hacer trampa!", concluyó Cissé.

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