Laura Zornoza
Bruselas, 13 sep .- En un campo de fútbol a las afueras de Bruselas un grupo de adolescentes da patadas a un balón bajo la atenta mirada de su entrenador. Algunos llevan en Bélgica apenas un par de semanas y no hablan francés ni neerlandés, pero todos entienden el lenguaje futbolístico.
No son ajenos a la expectación que despierta su entrenamiento: tras una de las porterías se encuentran el secretario general de la UEFA y la ministra belga de Inmigración, entre otros, que celebran con el club la acogida del refugiado número 2.000, desde que en 2015 lanzaran un proyecto para integrar a menores no acompañados en la sociedad belga con el fútbol como eje central.
La iniciativa nació en plena crisis de refugiados y críticas ante la inacción europea por las muertes de inmigrantes en el Mediterráneo. Cuatro años y 2.000 menores después, el director del club e impulsor del proyecto, Laurent Thiele, cuenta que facilitar en Bélgica los primeros momentos de los adolescentes es su meta principal.
"Mi mujer quería acoger una familia entera de Siria en casa. Le dije que no era posible, pero que íbamos a hacer una cosa más importante", explica a Efe Thiele, que además de dirigir el Kraainem FC es director de trabajos legislativos del Comité Europeo de las Regiones.
Tres veces por semana, una furgoneta hace una ruta entre tres centros de acogida de menores refugiados en la zona para trasladar a las instalaciones deportivas a grupos de entre siete y diez adolescentes de 12 a 18 años. La mayoría, explica Thiele, son de Siria, Afganistán, Somalia o Eritrea.
Antes de lanzarse al campo, sin embargo, toca ir a clase. En un aula construida expresamente para el proyecto, reciben cursos de francés, neerlandés o inglés con profesores voluntarios. A través de los idiomas, aprenden sobre la vida cotidiana belga, las costumbres y la historia de un país en el que son recién llegados.
El proyecto avanza también durante las vacaciones escolares, cuando organizaciones externas que colaboran con el club les enseñan informática, habilidades específicas de formación profesional y educación cívica.
"Después, los grupos se mezclan con nuestros equipos de fútbol y entrenan juntos. Es una manera de integrarlos dentro de nuestros equipos durante una hora y media. Y luego comparten la merienda en la cafetería", apunta Thiele.
Cuatro años después, un chico senegalés de dieciséis años que lleva unos meses en Bélgica marca esta semana el hito de 2.000 refugiados que han participado en algún momento en la iniciativa, de los cuales una minoría se queda afiliada al club y se integra en las competiciones que se celebran los fines de semana.
El club, en el que regularmente juegan 350 chavales de 45 nacionalidades en las diferentes categorías, recibe apoyo de la Comisión Europea a través del programa Erasmus Plus, la Fundación de UEFA para la Infancia y varias entidades privadas en Bélgica para financiar su coste, unos 100.000 euros al año.
El secretario general de la UEFA, Theodore Theodoridis, asegura a Efe que están "extremadamente felices" con el impacto que ha tenido, con más clubes replicando este modelo, y especialmente por el énfasis académico: primero ir a clase y después, el fútbol.
"Nosotros nos fijamos en el impacto social. Si alguno de ellos se convierte en el nuevo Eden Hazard o Kevin de Bruyne, aún mejor", bromea.
En la merienda tras el entrenamiento, dos adolescentes hablan animadamente en inglés. Se llaman Alli y Maan y llegaron a Bélgica desde Somalia hace tres y cuatro semanas, respectivamente. Admiran a Romelu Lukaku y a Dries Mertens, dos estrellas en el ataque de la selección belga.
Y, aunque quieren perseguir una carrera profesional, dicen que por el momento lo que más aprecian de estar en Bélgica es que tienen "de todo" a su disposición, como una casa o una educación, mientras que en Somalia viven en una guerra continua desde hace décadas.
Thiele asegura que el proyecto seguirá funcionando. "No podemos parar. Cada día entran en Bruselas diez refugiados jóvenes, ¿qué hacemos con ellos? ¿Los dejamos en los centros de acogida?", cuestiona.
El fútbol, asegura, canaliza su integración en la sociedad de Bélgica, en cuya selección una decena de jugadores tienen al menos uno de sus progenitores nacidos fuera de Bélgica. "El fútbol es un idioma universal".